martes, 15 de noviembre de 2016

Embalsamar la vida.

Quién no reconoce el tintineo de los cubitos de hielo golpeando una copa; el tacto húmedo y frío  de las gotas que se van formando en sus paredes a medida que la bebida se enfría, la sensación helada en los labios cuando el ansiado líquido hace su primer contacto con la boca caliente. Jugar con el sabor intenso del alcohol amainado por los cubitos. Las burbujas de gas corretean por la lengua haciendo cosquillas. La boca antes cálida se torna fría, helada. La bebida todo lo hiela. Absolutamente todo; labios, boca, garganta y unos instantes después también alcanza el corazón. Ese acaramelado  y juguetón líquido congela hasta el más profundo de los dolores. Con la congelacion viene la calma y, tras la calma, de nuevo la tormenta. Asoman los dolores y cómo duelen, joder. Duele hasta la piel. Cruje el corazón y sólo el líquido lo puede reparar. Más tintineo, más hielo, por favor. Y vuelve la calma. Y así, embalsamando el corazón destrozado pasan las noches, los días y la vida. 

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4° ejercicio Curso Creación Literaria.
Pauta: un líquido en el cuerpo.
Tiempo: 1 hora

martes, 8 de noviembre de 2016

un sonido de la adolescencia

24 años después siguen estremeciéndoseme las entrañas cuando escucho el sonido seco de los timbres de colegio. Ese sonido amargo, agudo, eléctrico y excesivamente alto que te penetraba el oído, lo quisieras o no, hasta taladrarte el
tímpano. En mi colegio, ni siquiera terminaba del todo la nota final del "piiiiiii", sino que era como si el que instaló la
radiofonia hubiera tenido tanta prisa que cortó el sonido antes de que terminara la última nota. O sea, que no sólo el timbre era pésimo, sino, que sonaba a inacabado.  Era un atentado para los oídos, como si me
cortaran la
oreja a medias. Violentísimo.
No cabe duda de que la existencia de un timbre así en los colegios es maquiavélico, pero más lo es cuando de ese ensordecedor sonido depende tu libertad. En lugar de niño, te vuelves un perro. El perro de Paulov; ese q babea cada vez q suena la campanilla xq lo asocia con la comida. Y al final del experimento, le traigan comida o no, el pobre animal babea sí o sí, cuando suena la campaña. Chiquita canallada. Pues así me sentia yo de pequeña durante todo el tiempo que duró mi estancia en aquel internado. Sòlo cinco largos eternos años. Durante ese tiempo mi instinto de supervivencia infantil, al igual q el del perro de Paulov, había asimilado que si sonaba la campana o el timbre, al caso, lo mismo es, y coincidía que era viernes por la tarde, ese sonido tan horripilante durante la semana, pasaba a convertirse en la mejor melodía que una niña de 13 podría haber soñado. Una melodía que era sinónimo de libertad, amor, hogar, calor, familia. Un equivalente a vida.  Cuando mis pequeñas orejas escuchaban ese timbre los viernes a las 16:30, mi corazón se descongelaba instantáneamente y me llenaba de euforia y subía corriendo las escaleras de aquel empinado colegio hasta la recepcion porque sabia, como el perro de Paulov, que allí estaba mi madre esperándome para abrazarme y llevarme casa el fin de semana.
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Tercer ejercicio de Curso de Creación Literaria.
pauta: descripción de un sonido de la adolescencia.
Tiempo: 1hora.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Sueño desde un sueño.

El Atlántico. Sonido de gaviotas, olor a mar, el calor del sol del mediodia sobre mis hombros. El placer de observar el
horizonte infinito apoyada en la barandilla de una terraza de madera entre cuyas tablas del
suelo de adivina el agua turquesa. Pisar el mar. Un orgasmo para los sentidos que se ve repentinamente interrumpido por la aparicion de una ola que se eleva en el horizonte y que crece sin parar. La masa se agua de un fascinante color turquesa me cautiva mientras escucho los alaridos de la gente que huye despavorida. Siento su fuerza a medida q el
suelo vibra más y más. No siento miedo, es más, abro mis piernas para no perder el equilibrio y me preparo para recibir aquella majestuosa montaña de agua. Ya llega y se desliza lenta y elegantemente por debajo de la terraza elevandola
como a una tabla de surf. Hago esfuerzos por mantener el equilibrio, mientras disfruto del baile intenso que se da entre la ola y las tablas de madera. Sonrio y grito de felicidad al mismo tiempo que veo cómo la gente sigue realizando infructuosos intentos de huida. Y asi, tal
como apareció, se va la majestuosa masa d agua de color turquesa. Se aleja y nos deja en una terraza de madera ahora medio destartalada que vuelve a posarse donde estaba. Serenamente despeinada. Así, como esas emociones que de repente aparecen, te sacuden y te dejan placenteramente agotada una vez se van. 
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Primer ejercicio del 
Curso de Creación Literaria 2016 en la Escuela Literaria.
Pauta: Sueño desde un sueño. 
Tiempo: 1 hora.

viernes, 4 de noviembre de 2016

El cojo.

- ¡Uf, me quedé dormida! ¿y esto?. - Escuché decir a Sonia a la par que se metía los dedos en la boca para sacarse algo que le molestaba. Un pelo púbico. Millones de imágenes eróticas se agolparon en su mente. De un brinco saltó del sofá roñoso y, colocándose la ropa, comenzó a buscar al desconocido con el que se acababa de acostar. Percibió el olor fuerte a sexo en su rostro y en sus manos y se estremeció recordando el intenso orgasmo que había experimentado hacía sólo unos minutos. Se le aceleró la respiración sólo con recordarlo, se dio cuenta y sonrió para sus adentros al escuchar cómo un cálido: - mmmm.... - se le escapaba de entre los labios. 
Cuando abrió la puerta de la caravana para salir a buscarlo por el camping, se lo encontró de  frente con dos vasos de café y una salchicha. Sus miradas dijeron todo lo que sus bocas callaron para gritarlo a besos.

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Segundo ejercicio.
Pauta: Microrrelato sobre un despertar.
Tiempo: 10 minutos.
Curso de Creación Literaria 2016.
Escuela Literaria La Laguna.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Resaca emocional

Ocurre que cuando compartimos intensamente con alguien o con un grupo de personas, una vez terminado el
encuentro, siguen llegando a nuestra mente, corazón o entrañas, los ecos de ese momento ya pasado. Se me ocurre llamarlo resaca, pues a medida q pasan los días, al igual que con la jaqueca, la intensidad de dichos ecos suele amainar, a no ser que, nos quedemos apegados a ellos. He aquí el quid de la cuestión. Abrirnos y dar la bienvenida a nuevas experiencias en nuestras vidas y aprender  a despedirlas cuando éstas terminan. Entender que nada el lineal y eterno, sino flutuante y pasajero. Dejar entrar y dejar salir. Aprender a despedirnos de todo lo q la vida nos va poniendo en el camino para que aprendamos y experiementemos. Si no aprendemos a soltar, nos terminamos aferrando y nos cerramos a que nuevas experiencias lleguen a nuestras vidas para seguir nutriéndolos y evolucionando. Se trata de entender la vida de forma cíclica, como un vaivén, como las nubes del cielo que cambian a cada segundo, están ahí pero nunca de la misma forma. El mar esta ahí, pero nunca es el mismo, todo cambia aunque permaneza su esencia y, nosotros, también cambiamos. No es fácil aceptar este concepto en nuestras vidas porque genera incertidumbre, vulnerabilidad, exposición  continua y no estamos educados para bailar con una pareja de baile tan cambiante; tan viva, tan espontánea. Necesitamos la seguridad, lo fijo, lo inamovible, lo invariable, para sentirnos cómodos y tranquilos. Como en el aula escolar donde despediciamos gran parte de nuestra etapa infantil: tan cuadrada, con pupitres iguales y sillas iguales, donde los niños nunca cambian de lugar. Un lugar donde si se genera algun cambio, todos lo ven, lo juzgan y lo condenan. 
Pienso en algún ejemplo de elemento natural que no sea cambiante y no encuentro ninguno. Ni siguiera las piedras, pues ellas tambien bailan al son de los agentes externos para convertir el baile en una pieza maestra eternamente cambiante. 
Se trata, pues, de aceptar, integrar e incorporar en nuestras vidas la transformación que estamos benditamente condenados a sufrir desde que nacemos hasta q morimos para volver a nacer o qué se yo. Cambio, transformacion, movimiento; eso es la vida. Bailar y bailar al son de los cambios: recibir y soltar, abrir y cerrar. Aprender a despedirnos. Aprender a bienvenirnos.

Adios y Hola. 

jueves, 13 de diciembre de 2012

Cuenta atrás.

Vengo llegando de la Isla de Chiloé (sur de Chile) y de repente me doy cuenta de que es 13 de diciembre. Pero, ¿en qué momento se fue noviembre? El tiempo voló. No sólo los diez días que pasé en la isla, que parecieron un suspiro, sino el año de viaje y aventuras que ayer mismito planificaba hoy toca su fin. No me puedo creer que en unos días esté pisando mi tierra de nuevo, que en unos días esté mirando directamente a los ojos de mis hermanas, mis padres, mis sobrinas, ¡mi perra!, mis amigos... y que esté a sólo unos centímetros de abrazarlos. No me lo creo.
Extrañé esos abrazos muchísimo los primeros meses de vagamunda y ahora se me hacen tan lejanos. Es contradictorio. He estado en lugares desconocidos y rodeada de tanta gente desconocida por tanto tiempo que se ha vuelto familiar y, ahora, no sé como va a ser estar de nuevo en mi tierra rodeada de gente conocida.
Me siento distinta. Este año de viaje me ha cambiado y me ha hecho crecer y ver la vida desde otras perspectivas, desde otros ángulos. Cuando me fui de Tenerife me costó asimilar la ruptura de rutinas, de horarios, de costumbres. No tener nunca mi propio espacio, tener que adaptarme a las comidas y alimentos del lugar donde estaba, no disponer de un profesor de taichi cerca donde practicar, no poder darme un baño en el mar cuando mi cuerpo me lo pedía. Así mil cosas que forman la vida de uno; el día a día consciente e inconsciente que te atrapa o te libera y del que te desprendes cuando decides salir a viajar sin planes ni estructuras. Se echan de menos muchas cosas o hábitos cuando uno está afuera. Pero uno se acostumbra y yo ya me acostumbré a vivir sin casa, a vivir entre desconocidos, a vivir sin una rutina fija y sin obligaciones. Entonces, ahora que vuelvo, qué se supone que va a pasar. He aprendido muchas cosas durante el viaje y tengo miles de ideas y de proyectos en mi cabeza, pero también me asusta intentar llevarlos a cabo, me asusta fracasar. Me fui para dejar una vida que no me llenaba y ahora, emprender una nueva, me llena de miedo.
Mi viaje ya había alcanzado un ritmo en el que me sentía cómoda y segura con la incertidumbre del día a día, cómoda sin planes y libre de compromisos. Me asusta romper con todo eso que logré asimilar y regresar a casa. Mi familia me espera impaciente, algunos de mis amigos también, y yo estoy asustada porque me acostumbré a vivir viajando y no sé si me adaptaré a vivir de nuevo allí.
No sé qué me depara la vida cuando llegue y estoy hecha un flan, pero cuando respiro profundo y cierro los ojos hay algo que tengo claro, y es que, en unos días estaré rodeada de gente a la que quiero y que me quiere y eso me hace feliz. El resto, a pesar del susto que me invade, ya se verá. Mejor no crearme expectativas y dejar, como hasta ahora, que las cosas vayan fluyendo y no correr, sino caminar por la vida que es demasiado hermosa para vivirla corriendo.
Nos vemos en nada Canarias!!!

Besos asustados, pero felices también.

martes, 27 de noviembre de 2012

Secretos isleños

Rapa Nui sigue mostrándome los secretos que la hacen tan mágica... y está logrando que me enamore de ella.

Ahí van algunos:

Foto I: Escuchar el mar a todas horas.
Foto II: Amanecer desde Tongariki, Rapa Nui.
Foto III: Flor nativa.
Foto IV: : Cráter del volcán Rano Kau y su interior lleno de agua dulce de lluvia. De aquí se abastece de agua potable la capital Hanga Roa.
Foto V: Luna sobre el Pacífico.