jueves, 13 de diciembre de 2012

Cuenta atrás.

Vengo llegando de la Isla de Chiloé (sur de Chile) y de repente me doy cuenta de que es 13 de diciembre. Pero, ¿en qué momento se fue noviembre? El tiempo voló. No sólo los diez días que pasé en la isla, que parecieron un suspiro, sino el año de viaje y aventuras que ayer mismito planificaba hoy toca su fin. No me puedo creer que en unos días esté pisando mi tierra de nuevo, que en unos días esté mirando directamente a los ojos de mis hermanas, mis padres, mis sobrinas, ¡mi perra!, mis amigos... y que esté a sólo unos centímetros de abrazarlos. No me lo creo.
Extrañé esos abrazos muchísimo los primeros meses de vagamunda y ahora se me hacen tan lejanos. Es contradictorio. He estado en lugares desconocidos y rodeada de tanta gente desconocida por tanto tiempo que se ha vuelto familiar y, ahora, no sé como va a ser estar de nuevo en mi tierra rodeada de gente conocida.
Me siento distinta. Este año de viaje me ha cambiado y me ha hecho crecer y ver la vida desde otras perspectivas, desde otros ángulos. Cuando me fui de Tenerife me costó asimilar la ruptura de rutinas, de horarios, de costumbres. No tener nunca mi propio espacio, tener que adaptarme a las comidas y alimentos del lugar donde estaba, no disponer de un profesor de taichi cerca donde practicar, no poder darme un baño en el mar cuando mi cuerpo me lo pedía. Así mil cosas que forman la vida de uno; el día a día consciente e inconsciente que te atrapa o te libera y del que te desprendes cuando decides salir a viajar sin planes ni estructuras. Se echan de menos muchas cosas o hábitos cuando uno está afuera. Pero uno se acostumbra y yo ya me acostumbré a vivir sin casa, a vivir entre desconocidos, a vivir sin una rutina fija y sin obligaciones. Entonces, ahora que vuelvo, qué se supone que va a pasar. He aprendido muchas cosas durante el viaje y tengo miles de ideas y de proyectos en mi cabeza, pero también me asusta intentar llevarlos a cabo, me asusta fracasar. Me fui para dejar una vida que no me llenaba y ahora, emprender una nueva, me llena de miedo.
Mi viaje ya había alcanzado un ritmo en el que me sentía cómoda y segura con la incertidumbre del día a día, cómoda sin planes y libre de compromisos. Me asusta romper con todo eso que logré asimilar y regresar a casa. Mi familia me espera impaciente, algunos de mis amigos también, y yo estoy asustada porque me acostumbré a vivir viajando y no sé si me adaptaré a vivir de nuevo allí.
No sé qué me depara la vida cuando llegue y estoy hecha un flan, pero cuando respiro profundo y cierro los ojos hay algo que tengo claro, y es que, en unos días estaré rodeada de gente a la que quiero y que me quiere y eso me hace feliz. El resto, a pesar del susto que me invade, ya se verá. Mejor no crearme expectativas y dejar, como hasta ahora, que las cosas vayan fluyendo y no correr, sino caminar por la vida que es demasiado hermosa para vivirla corriendo.
Nos vemos en nada Canarias!!!

Besos asustados, pero felices también.