Y la pausa va llegando a su fin: el freno de mano que puse hace unas semanas a este viaje ha cumplido su función. Este mes de reflexión en Santiago de Chile ha resultado ser tan hermoso como revelador. Siento que no hay mejor autoregalo que darse el tiempo a uno mismo de parar. Desconectar el piloto automático para poder bajar las revoluciones de la vida diaria y, una vez aparece la tranquilidad y el silencio, aprovechar para sentir el cuerpo, nuestro interior y nuestras emociones. Como cuando uno va a clase de yoga.
- Cuando vas: caminas o conduces a toda prisa por la calle contaminada y ruidosa, sigues el ritmo de los demás para no perturbarles y vas estresada para no llegar tarde.
- Cuando llegas: te aturde el silencio inicial del
lugar y luego te dejas envolver por su agradable energía, la suave música instrumental, el
sonido del
agua, el olor a incienso y la sonrisa relajada de los que por allí andan.
- Cuando sales: sales flotando, sonriente, te sientes ligero y feliz y, ni te das cuenta de que ya no te afecta el mundo que te rodea porque estás tan entretenido sintiendo y escuchando la paz de tu mundo interior que no oyes ruido alguno en el exterior.
Lo mismo me ha ocurrido a mí en este mes. Al tomar la decisión de parar, no sabía que me iba topar con estas tres etapas y que las experimentaría de forma tan intensa. Pero así ha sido y, ahora, ya no escucho ruido interior, el ruido se quedó en el exterior de esta ciudad sombría y, en mi interior, suena una suave melodia y brilla la luz que va a guiar de nuevo mi camino. Me siento con nuevas energías para retomar el
viaje y también siento mucha claridad sobre lo que voy a hacer en Tenerife a mi vuelta. Como si todos las experiencias vividas en el
viaje se hubieran asentado en este mes y hubieran adquirido su verdadero sentido. Me explota la cabeza de ideas y de proyectos para llevar a cabo allí y eso me tiene muy contenta. Cuando salí de Tenerife, uno de mis objetivos era adquirir conocimientos y formarme en temas de ecología, conciencia y sostenibilidad y siento que es un objetivo casi logrado, me siento mucho más preparada en este terreno y mis volátiles ideas iniciales empiezan a convertirse en proyectos tangibles.
Pero vamos poco a poco, pues, aunque a veces sienta ganas de precipitar mi regreso a Tenerife para embarcarme ya en dichos proyectos, también siento que me queda mucho por aprender y voy a tomarme el tiempo para hacerlo.
Para empezar, la próxima semana tomo un avión a España, me voy a reunir en Andalucía con mi familia para disfrutar con ellos de sus vacaciones de verano. Será como una toma a tierra. Y en septiembre, retomaré mi viaje.
Bueno, me queda añadir que, aunque a mí no me gusten ni un poquito las grandes
ciudades, me he sentido muy acogida en Santiago; primero por Ber y su familia hermosa, que me han tratado como a una hija o una hermana más y, segundo, por la gente que he conocido, o bien, a través de Ber, o de los talleres de huertas orgánicas, o de las clases de yoga o de cocina, etc. que ha sido mucha y muy cariñosa. Qué buenos recuerdos me llevo de Santiago y de Chile en general. Un país de gente con mirada y actitud nobles, gente trabajadora, tremendamente educada y respetuosa y tan cálida como su acento.
Gracias a todos por todo.
Un fuerte abrazo,
Tacha.
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