sábado, 24 de marzo de 2012

Comunidad La Tahona.

Cambiando de tercio; de lo emocional a los hechos, continuo con lo que iba diciendo:
llegué a esta comunidad donde el único hospedaje que hay para visitantes es una posada tipo hotel que sale una pasta por noche, así que, cuando la chica que me dijo el precio me vio la cara de susto, me comentó que si tenia tienda de campaña podía acampar, pero claro, yo no llevo tienda, así que, le pregunte si aceptaban ayuda a cambio de hospedaje y dijo que lo podríamos mirar y hablar con el resto de la comunidad. Mientras tanto, me dejó quedarme en un Tippi indio para no tener que pagar los 80$/noche q salía la posada. Cuando vi el tippi flipé: igualito a los de las peliculas de indios y vaqueros, con fogata en el centro y todo. Muy rudimentario: colchón a ras de suelo, mosquitos y bichos varios, baños a 200m, o sea, culo al aire cada vez que se presenten las
necesidades fisiológicas, etc. Pero suficiente para este bolsillo cada vez más expoliado. Al día siguiente ya tuve forma de pagar mi humilde hospedaje; colaborando en la construcción de un centro para niños. Se terminó el descanso playero, manos a la obra. Encima utilizan una técnica que no conocía: hiper-adobe, muy rápida, pero dura y no muy estable; hubo una tormenta muy fuerte la noche del día que estuve en la obra y se desplomó parte de una pared, sin embargo, el Tippi donde estoy, que yo pensé que volaba por el viento o se inundaba, aguantó como un campeón, increíble; vaya nochecita... no saben lo bien que dormí con esos truenos que sonaban como si se estuviera partiendo el cielo en dos...y las gotitas de lluvia parecían pedruscones...joder, cómo deseé haber pagado los 80$...
Lo bueno es que tanto el Tippi como yo sobrevivimos y ahora somos inseparables, ya no me sacan de aki ni de broma. Estoy encantada, de hecho, ha habido más tormentas nocturnas y las he disfrutado, cómo cambian las cosas.
Hoy limpié a fondo cocina y baños comunes para pagar las inolvidables noches en el Tippi y mañana voy ordeñar unas vacas a las 07:00 de la mañana....cómo me excita lo de apretar pezones gigantes a esa hora...
Así que les dejo que mañana madrugo muuuuuuuuuuucho...

De Cabo Polonio a La Tahona. La transición.

Cuando conseguí salir del Cabo Polonio, me fui directa a una comunidad que me había recomendado la dueña del Noctilucas. Noctilucas es la posada donde me estuve hospedando o, mejor dicho, la casa que me acogió todo el tiempo que estuve en el Cabo. Fabiana, la dueña, me cuidó como a una hija, fue estupenda, de hecho, no me cobró la última semana que estuve allí. Fue una experiencia muy linda, entre todos los que estuvimos allí formamos un pequeño hogar; cada uno aportaba lo que sabía según sus habilidades, en mi caso; "por la boca muere el pez": me ocupaba de los desayunos, cenas y clases de surf. En una ocasión en el desayuno les preparé el Typical Spanish "pan tumaca", cómo se deleitaron ;-) y en el resto de desayunos me encargué de convertirles a todos en adictos a la mantequilla, y, en las cenas, al ajo, carajo!! Y así nos enriquecimos unos a otros lo que hizo que cada vez se me hiciera más difícil salir de allí.
Hay algo que me gustaría compartir;
el día que me fui, desde que me subí al autobús, me sentí muy triste, pero no fue eso lo que me sorprendió. A medida que me alejaba, a la tristeza se le sumó una profunda desorientación. Me sentía perdida. Sabía que me dirigía a la comunidad La Tahona, pero no entendía por qué me dirigía allí, para qué. De repente nada tenia sentido. Me empecé a asustar porque todo estaba careciendo de razón de ser y me invadían sensaciones muy extrañas. No comprendía el cambio brusco de mi estado de animo: tan feliz en el Cabo y tan perdida fuera de él. No entendía nada. Llegué a la comunidad La Tahona y me instalé en un Tippi (tienda India), donde me encerré durante dos días. No quería saber nada de nadie ni del mundo, no sabia lo que me pasaba, estaba asustada y lo único que quería era estar sola. No comí. Sólo respiraba, meditaba e intentaba sentirme, sentir toda aquella desorientación, todo aquel caos interior, toda aquella oscuridad. En algún momento pensé que me estaba volviendo loca o que me habían echado magia negra, yo qué sé, no entendía nada de nada, estaba desesperada por encontrar una respuesta a aquella situación emocional tan caótica y tan inesperada. Incluso pensé en regresar a Tenerife. Pero tuve paciencia e hice lo que tenia que hacer; no huir, sólo sentir y escuchar mi cuerpo, dejarlo sacar todo aquellos sentimientos grises, darles espacio y sentirlos. Lo hice noche y día y noche y día. Además escribí, escribí desesperada todo lo que me estaba pasando y, en alguna ocasión hablé con mi amiga Lilian (la chica con la que vine a Uruguay), quien además de respetar mi espacio y aislamiento, me ayudó escuchando mis divagaciones. Gracias, Lilian. Poco a poco fui entendiendo lo que me pasaba o, eso creo. Para mí fue una situación paralela a la de mi salida de Tenerife. La salida de Tenerife, el comienzo de este viaje, fue como salir del nido familiar de forma definitiva; elegir voluntariamente mi camino desde la conciencia y la madurez. Esa separación emocional o quiebre familiar es, a la vez que necesario, una situación difícil emocionalmente y dura. Como el pajarillo que se lanza por primera vez del nido; le azotan el miedo a la caída, la inseguridad de si sabrá volar, el miedo a perderse, el pánico a la inseguridad del mundo que puede haber más allá del nido, la incertidumbre. Son muchos miedos, muchos sentimientos encontrados, pero sólo un camino; lanzarse y volar. Cuando salí de Tenerife, sentí algo de todo esto, pero no tuve el espacio real de sentirlo porque empecé rápidamente el curso de permacultura, donde no tuve tiempo ni de pensar, ni de sentir nada; inconscientemente me distraje muy rápido de todo aquello que bullía en mi interior. Pero cuando uno no vive lo que tiene que vivir, la vida nos lo vuelve a poner de nuevo por delante para que pasemos los filtros que nos toca afrontar. Y mi nuevo filtro, mi situación paralela, se dio en el Cabo Polonio. Allí me sentí como en casa; con el mar, la playa y la gente que conocí...llevé el tipo de vida que desearía llevar el resto de mi vida; tranquila, sosegada, sumergida en un entorno natural, siguiendo el ritmo del sol...mm.. delicioso..
Por eso se repitió la situación, porque fue como volver a entrar en el "nido"; me sentí segura, protegida, a gusto, feliz... y cuando salí del Cabo, fue como tener que volar de nuevo...y ahora sí, con todo el tiempo para sentir todas las emociones y sentimientos que no pude experimentar cuando salí de mi primer nido; Tenerife.
La verdad es que fue muy desagradable sentir todo ese miedo, tanta incertidumbre, tanta soledad y desesperación. Pero no todo es bello y agradable en la vida y, sobretodo, no podemos quedarnos sólo con la parte rosa de ésta, porque esa es sólo para disfrutar y regocijarse, pero la otra es la que realmente nos sirve para aprender, para conocernos y para saber nuestro autentico camino en la vida.
Además, cuando nos damos el tiempo para escucharnos, por malas que sean las sensaciones y por dura que sea la tormenta, ésta pasa, siempre pasa y, cuando pasa, y nos damos cuenta de que hemos sido capaces de soportar la embestida, y de que, además, vemos todo con mayor claridad y sabemos lo que queremos con toda seguridad, la sensación de gratitud y de felicidad que se genera es tan grande que no te cabe en el pecho. Sientes un profundo agradecimiento por la paciencia que has tenido para contigo y te desborda el amor, amas el universo; a todo y a todos porque, ante todo, te amas a ti y estás en paz contigo. Es maravilloso.

Y bueno...éstas son mis reflexiones después de dos días de aislamiento. (y mama, por favor, no me digas que es tiempo perdido!! ;-) )
Además, mi conclusión es la siguiente: ya sé cómo quiero que sea mi hogar, pero no es hora ahora de crearlo. Siento que es tiempo de aprendizaje y de autoconocimiento, de descubrir y experimentar, de volar. Llegará el momento en que desee enraizarme y crear mi propio nido y, cuando ese momento llegue, desde ya sé cómo quiero que sea ese lugar mío.

un beso a todos. y feliz vuelo.





lunes, 19 de marzo de 2012

Y dejé el paraíso...


El cielo en la tierra


Sólo unos días iba a durar la escapada a Uruguay, máximo una semana y, sólo en el Cabo Polonio pasé 20 días. 20 días en el paraíso, señores. Por eso no podía dejarlo, porque era como estar en casa; playa y mar. Salí de Argentina buscando el océano, añoraba un baño en el gran azul y me habían hablado maravillas de las playas uruguayas, por eso vine; para darle unos días de mar y sal a mi piel marinera. Lo necesitaba. Tantos días tierra adentro me estaban ahogando. Contradictorio o no, desde que pisé Uruguay ya me sentía diferente, todo la ruta fue por pueblos costeros donde ya el aire que se respira es otro. Empezaba a oler a mar, empezaba a sentirme como en casa. Pero no me esperaba que el renombrado cabo Polonio se iba a convertir en lo que se convirtió para mí; en mi hogar de arena, sol y mar. Lo describí en la última entrada del blog y lo vuelvo a repetir; fue maravilloso sentirme arena en la duna y agua en el mar. Fueron sensaciones únicas, fusiones necesarias para encontrarme conmigo misma, para sentir, sólo sentirme y reflexionar después y decidir certeramente qué camino tomar. A mí me llevó 20 días tomar una decisión, no podía desengancharme tan facilmente de aquella droga natural, me gustaba el chute, me ponía a mil y volaba... Y ¿cómo baja unos de las nubes cuando vuela? Siempre cayendo. Y yo vine a aterrizar ayer de mi viaje maravilloso y casi irreal; pareciera que el tiempo se hubiera detenido estando allí. En el cabo no hay electricidad, ni vehículos, sólo velas y pies descalzos sobre la arena y, calculo que ese es motivo suficiente para sentir que el tiempo se detiene; sin móviles, sin internet, sin tv, sin los ruidos ensordecedores de la vida diaria. Sólo se escucha el sonido del viento, del mar y de la paz del ambiente. Es mágico. Y cuando algo es tan mágico, ¿cómo haces para romper con esa magia? Yo no sabía cómo hasta que me dí cuenta de que la misma magia la habia sentido en Tenerife, en mi vida diaria había conseguido sentir una magia muy parecida y, sin embargo, la había dejado para emprender este viaje, ¿por qué? Porque necesitaba profundizar en mi vida, sentirme útil con el mundo y realizada como persona y, eso no se logra viviendo en una burbuja mágica. Por eso me fui de Tenerife, para encontrar  un camino menos mágico y más satisfactorio. Y es por eso por lo que al final no me quedé a vivir unos meses en una cabañita del Cabo Polonio, porque no había recorrido miles de kilómetros para volver a meterme en una nueva burbuja mágica. Así que, aquí estoy, de nuevo relatando en este diario de abordo digital los pasos que voy dando y de los que tanto voy aprendiendo.
Un beso lleno de magia real a todos...
Y felicidades retrasadas, pero no por ello menos intensas, a todas las mujeres de mi vida por ese día 8 de marzo que fue nuestro gran día, señoras!! Las recordé desde el Cabo a cada una y les envié besos y abrazos muy fuertes, llenos de amor, llenos de feminidad, de magia y de orgullo de mujer. Las quiero, reinas mías!!! Y los hombres con su lado femenino aceptado siéntanse también felicitados, pues es época de potenciar el lado femenino de la vida. Tambiéne es vuestro dia, pues! felicidades!


Muuuuuak!!!!

domingo, 4 de marzo de 2012

Cabo Polonio: y se hizo la paz...

Por fin Cabo Polonio, el destino final de esta escapada. Y por qué dejar para el final lo mejor del viaje. ¿Habría sido lo mejor de no haber sido el final?


Una lengua de arena y roca se extiende en el océano. La superficie geográfica está salpicada por unas pequeñas cabañas de madera, protegidas desde la costa por grandes familias de leones marinos. La orilla de arena blanca se pierde en el horizonte y, a lo lejos, el cielo azul se funde con el perfil sinuoso de las dunas de arena. No impera el silencio. Reina el rugido que emiten las olas cuando rompen contra la orilla. Rugido que atempera y distorsiona la suave brisa marina. No hay más. No hay menos. La paz del lugar te envuelve, se infiltra en los poros de la piel que empieza a respirar al ritmo de las olas del mar, suave y lento. Se oxigena. Se siente viva de un modo distinto, se intensifican los sentidos. Sonríe. Pide mar. Pide sal. Y pide sol. Se cura poco a poco de las embestidas sensoriales de la ciudad. Se limpia. Se purifica. Y se hace la paz exterior. Y ésta contagia al interior, que bebe sediento todo  lo que le proporciona el exterior. Y bebe y bebe. Y se sacia hasta lograr incluso aplacar la insaciable sed de la mente. Y entonces de hace la paz interior. Completa fusión y armonía con el entorno. Paz corporal y silencio mental....ohmmm.....