jueves, 13 de diciembre de 2012

Cuenta atrás.

Vengo llegando de la Isla de Chiloé (sur de Chile) y de repente me doy cuenta de que es 13 de diciembre. Pero, ¿en qué momento se fue noviembre? El tiempo voló. No sólo los diez días que pasé en la isla, que parecieron un suspiro, sino el año de viaje y aventuras que ayer mismito planificaba hoy toca su fin. No me puedo creer que en unos días esté pisando mi tierra de nuevo, que en unos días esté mirando directamente a los ojos de mis hermanas, mis padres, mis sobrinas, ¡mi perra!, mis amigos... y que esté a sólo unos centímetros de abrazarlos. No me lo creo.
Extrañé esos abrazos muchísimo los primeros meses de vagamunda y ahora se me hacen tan lejanos. Es contradictorio. He estado en lugares desconocidos y rodeada de tanta gente desconocida por tanto tiempo que se ha vuelto familiar y, ahora, no sé como va a ser estar de nuevo en mi tierra rodeada de gente conocida.
Me siento distinta. Este año de viaje me ha cambiado y me ha hecho crecer y ver la vida desde otras perspectivas, desde otros ángulos. Cuando me fui de Tenerife me costó asimilar la ruptura de rutinas, de horarios, de costumbres. No tener nunca mi propio espacio, tener que adaptarme a las comidas y alimentos del lugar donde estaba, no disponer de un profesor de taichi cerca donde practicar, no poder darme un baño en el mar cuando mi cuerpo me lo pedía. Así mil cosas que forman la vida de uno; el día a día consciente e inconsciente que te atrapa o te libera y del que te desprendes cuando decides salir a viajar sin planes ni estructuras. Se echan de menos muchas cosas o hábitos cuando uno está afuera. Pero uno se acostumbra y yo ya me acostumbré a vivir sin casa, a vivir entre desconocidos, a vivir sin una rutina fija y sin obligaciones. Entonces, ahora que vuelvo, qué se supone que va a pasar. He aprendido muchas cosas durante el viaje y tengo miles de ideas y de proyectos en mi cabeza, pero también me asusta intentar llevarlos a cabo, me asusta fracasar. Me fui para dejar una vida que no me llenaba y ahora, emprender una nueva, me llena de miedo.
Mi viaje ya había alcanzado un ritmo en el que me sentía cómoda y segura con la incertidumbre del día a día, cómoda sin planes y libre de compromisos. Me asusta romper con todo eso que logré asimilar y regresar a casa. Mi familia me espera impaciente, algunos de mis amigos también, y yo estoy asustada porque me acostumbré a vivir viajando y no sé si me adaptaré a vivir de nuevo allí.
No sé qué me depara la vida cuando llegue y estoy hecha un flan, pero cuando respiro profundo y cierro los ojos hay algo que tengo claro, y es que, en unos días estaré rodeada de gente a la que quiero y que me quiere y eso me hace feliz. El resto, a pesar del susto que me invade, ya se verá. Mejor no crearme expectativas y dejar, como hasta ahora, que las cosas vayan fluyendo y no correr, sino caminar por la vida que es demasiado hermosa para vivirla corriendo.
Nos vemos en nada Canarias!!!

Besos asustados, pero felices también.

martes, 27 de noviembre de 2012

Secretos isleños

Rapa Nui sigue mostrándome los secretos que la hacen tan mágica... y está logrando que me enamore de ella.

Ahí van algunos:

Foto I: Escuchar el mar a todas horas.
Foto II: Amanecer desde Tongariki, Rapa Nui.
Foto III: Flor nativa.
Foto IV: : Cráter del volcán Rano Kau y su interior lleno de agua dulce de lluvia. De aquí se abastece de agua potable la capital Hanga Roa.
Foto V: Luna sobre el Pacífico.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Rapa Nui: mucho más que Moais.

Rapa Nui es un triángulo que mide no más de 17x25x15 Km; una isla muy pequeña y, sin embargo, archiconocida debido a sus misteriosos Moais.
La verdad es que vine aquí porque, una vez, cuando estaba en el colegio, vi en algún libro de geografía e historia una foto de los Moais y de inmediato me llamó la atención, sólo bastó leer las palabras: Rapa Nui, isla y mares del sur para que se disparara en mí la fantasia y el espíritu aventurero. Desde entonces quise venir, pero debo admitir que ahora de adulta, pensé que una isla llena de Moais podía volverse un poco aburrido. Aún así, decidí probar suerte y cerrar mi viaje como Vagamunda aquí. Volé las cinco horas desde Santiago de Chile decidida a pasar 10 días de descanso y de reflexión sobre todo lo aprendido y experimentado en este año y, de paso, ver algún que otro Moai. Pues hoy es el cuarto de diez días y ya siento que se me quedan cortos. Esta diminuta isla esconde mucho más de lo que vende. Sobra hablar de la belleza geográfica; de sus acantilados, volcanes, bahías y playas de arena blanca; de sus aguas cristalinas que van del azul más marino al idílico turquesa. Uno puede perder semanas disfrutando de eso. Pero resulta que hay muchísimo más que paisajes y playas. Además de Moais repartidos por toda la isla, hay cuevas enormes y extensas que recorren la isla bajo tierra, hay una flora bellísima, un pueblito, Orongo, que parece de otro mundo, hay caballos por todas partes, ¡y vacas!: en la misma playa y en la carretera. Además, se siente la primavera del hemisferio sur y toda la vida que trae, pues la mayoría de las yeguas y vacas, o están embarazadas, o ya parieron y tienen a sus potrillos y terneros bien pegados a su lado o amamantándolos. En varias ocasiones me he parado a mirar a las yeguas y sus potros y el tiempo ha volado estando yo absorta en su gestos, sus movimientos, su rutina de vida, algo tan ancestral que de repente yo siento tan novedoso. Y me pregunto por qué, y me doy cuenta de que hoy en
día todo el contacto que tenemos con animales es a través de la caja tonta. Por eso cuando veo en vivo y en directo cómo un potro busca las tetas de su madre y cómo las succiona fuerte, se me eriza la piel de la emoción. Darme cuenta de que puedo entender el lenguaje entre ellos con sólo observarles un rato, me deja helada y no es porque yo sea "susurradora de caballos", ni la "líder de ninguna manada", es que se trata de un lenguaje universal, el lenguaje entre madre e hijo; la protección y el cuidado de una y la mezcla entre ingenuidad, susto y curiosidad del otro. Es todo tan natural, tan básico, tan íntimo, que es simplemente maravilloso. Lo mismo
ocurre con los pájaros, hay halcones, o algo parecido, por todos lados, sientes, o bien, que te siguen, o bien, que te guían. Es extraño, pero de repente es como si notara la naturaleza más presente; a cualquier lado que mires algo hay y ahí te quedas, horas, mirando primero, observando, estudiando y sonriendo, después. Y así pasan los días en Rapa Nui y no te enteras de en qué se fueron, pero te sientes bien, muy bien, con mucha paz y muy conectada al día , a la noche, a los
ciclos. Sin saber por qué, aquí me acuesto con el
sol y me levanto con él. Me da tiempo de hacer yoga, de darme un baño, de desayunar con tiempo y aun tengo todo el día por delante para hacer todo o nada. El sol rige mis horarios y eso me conecta conmigo y me
sensibiliza con todo el entorno de una manera brutal. Como dije, duermo en tienda de campaña y cada mañana escucho los gallos cantar y también los pajarillos. Ahora ya es de noche y ellos duermen, le toca el turno a los grillos y a algún que otro perro vigilante. Mi turno de dormir pasó hace un rato ya, pero aquí estoy, escribiendo todo esto que estoy viviendo y que me tiene sorprendida y feliz. Me quedan por contar aún más secretos que esconde la isla, pero el sueño me gana la partida por hoy.

Un beso de buenas noches.

Foto I: caballos pastando
F.II: Flor
F.III: Volcán Rano Raraku
F.IV: Cueva Ana Kai Tangata
F.V: Atardecer en acantilado
F.VI: Cueva Ana Kakenga
F.VII:Cueva Ana Te Pahu
F.VIII: Moais
F.XIX: Playa Anakena

lunes, 19 de noviembre de 2012

Rapa Nui: tierra de Moais.

Bueno, bueno, bueno...parece que por fin terminé de armar la tienda de campaña. Siempre me consideré rápida montándolas, pero la verdad es que nunca había tardado tanto en colocar una.
Aterricé en la lejana y aislada Isla de Pascua hace tres horas y montar la carpa es lo único que he logrado hacer desde entonces. Llegué a las 21:00 al diminuto aeropuerto de la isla donde me esperaba el dueño del camping con un collar de flores de bienvenida. Fue emocionante lo del collar, junto con el techo de paja y madera del aeropuerto, me hizo recordar que efectivamente me hallaba en una isla polinésica. Me sentí princesa por minutos hasta que me subí a la camioneta del señor y nos trasladamos al camping donde tengo pensado pasar mi estancia. Y digo tengo pensado y no lo afirmo, porque al aterrizar llovía y no sé si mi tienda de campaña barata aguantará chaparrones subtropicales... ya les iré contando.
Así que, como ya era de noche y había amenaza de lluvia, me olvidé de mi collar de flores polinésicas y aproveché para montar rápido la carpa antes de que volviera a caer agua. Busqué a tientas un sitio en la oscuridad que me pareció recto y sin piedras y saqué todo: monté los palos, puse las piquetas y cuando ya no quedaba sino el último palo del toldo delantero, vi que estaba roto y recordé que se me había roto la última vez que había ido de camping. Mierda. Tenía que arreglarlo. Si llovía, necesitaba que ese palo realizara su función y canalizara el agua y, si se levantaba viento, le daba estabilidad y firmeza al resto. Le pedí material al dueño y después de una hora logré reparar el palo, pero cuando regresé a la carpa ya la noche se había cerrado mucho y no veía nada; necesitaba la linterna. Maldita la hora que la encontré, la encendí y alumbre al suelo donde había estado montando la tienda a oscuras, ¡estaba lleno de cucarachas y bichos! Ay, que asco sentí y de repente todo el cuerpo me empezó a picar. Grrr... intenté relajarme y respirar y pensar que no pasaba nada, pero la verdad es me puse nerviosa y no iba a lograr dormir allí ni de broma; ¡ya había una subiendo por la tienda! Empecé a buscar otro lugar donde acampar, ésta vez con linterna, y vi que no había casi cucas en otros lados. Qué raro, pensé. Pero sí, parece que había elegido el lugar a dedo: acampar sobre el nido de cucarachas. Bendita mala suerte. Cogí la mochila, la tienda montada y todo lo demás y me moví a cualquier lugar. No me
importaban ya ni las piedras, ni si el terreno era llano, ni la lluvia, sólo quería que no hubiera cucarachas.
Cuando terminé de instalarme estaba sudando y aún un poco histérica, intenté respirar y recordar dónde estaba y disfrutarlo, pero no funcionó. Me sentía nerviosa y con ganas de contarle a alguien el asco me dan las cucarachas, así que, aquí estoy; contándoselo a ustedes y relajándome poco a poco. Ahora mi preocupación es otra: la amenaza de lluvia. Me compré la tienda a finales de verano en España, estaba de oferta y era pequeña y ligera, que era lo único que me importaba en ese momento. Un chollo, pensé. La primera vez que la monté, vi que no tenía cobertor de lluvia y pensé que no importaba porque en Sudamérica empezaba el
verano, así que, no me
iba a hacer falta. Y, efectivamente, esa primera vez que la monté y dormí en ella no llovió, pero se me escapó un detalle; estaba a casi 3000m de altura sobre el
nivel del mar y por la noche la temperatura bajó tanto que casi me
congelo viva. No dormí nada y las noches restantes logré dormir porque me metia dentro del saco con tres pares de pantalones y con todos los suéters que llevaba y con la chaqueta encima. El cobertor de lluvia me hubiera aislado bastante en ese caso. En fin, de eso ya casi ni me acordaba. Y ahora díganme algo: ¿quién se hubiera imaginado que, habiendo estado en Santiago de Chile a 33°C y con un sol que raja las piedras, llegaría a la Isla Polinésica de Pascua y habría tormenta? Yo, la verdad, es que no y ahora estoy sufriendo las consecuencias de mi ingenuidad. Si llueve esta noche y la tienda no es impermeable, me voy a cagar en mi madre. Así que, estoy rezando para que llueva mañana, a la luz del día y preparada con todo afuera de la tienda por si resulta no ser impermeable.
Buenas noches a todos y recen un poquito tambien, porfa...
Ojalá estuviera bajo un techito ahora mismo....zzzzzzzzz........

lunes, 29 de octubre de 2012

"El mundo tiene fiebre"

"El mundo tiene fiebre por el cambio climático y la enfermedad se llama modelo de desarrollo capitalista [...]. Vivimos la sexta crisis de extinción de especies vivas en la historia del planeta Tierra y, en esta ocasión, la tasa de extinción es cien veces más acelerada que en los tiempos geológicos. [...] Los intereses transnacionales proponen seguir como antes y pintar la máquina de verde, es decir, seguir con el crecimiento y el consumismo irracional y desigual generando más y más ganancias sin darse cuenta de que estamos consumiendo en un año lo que el planeta produce en un año y tres meses. [...] Leo en informes del Banco Mundial que hay que acabar con los subsidios a los hidrocarburos, ponerle precio al agua y promover la inversión privada en los sectores de energía limpia. Nuevamente quieren aplicar las recetas de mercado y privatización para hacer negocios con la propia enfermedad [...]. Hay que aplicar fuertes impuestos a la súperconcentración de la riqueza y adoptar mecanismos efectivos para su redistribución equitativa."

Sede de las Naciones Unidas, Nueva York.
Discurso de Evo Morales sobre calentamiento global.
Septiembre de 2007.
Extraído del libro: "Jefazo, retrato íntimo de Evo Morales" (Martin Sivak).

¿No resulta sospechoso que, cuando alguien que desempeña un papel importante en el plano político se molesta en decir la verdad sobre la situación actual que vivimos a nivel político, económico y medioambiental, los dirigentes que se sienten incómodos con dichas verdades y que ven peligrar la "legalidad" de sus contaminantes inversiones, gastan millones de dólares en campañas de desprestigiación de dichos portavoces de la verdad?
En realidad no es sospecha, sino hecho. No sólo intentan hundir a Evo, a Chávez o a Castro. La lista es larga, tiene un nombre y hay una guerra mediática contra ellos; son los países incluidos en el llamado "Eje del mal". Escribo esto y me suena a película americana pero, desgraciadamente, no es sino nuestra más pura actualidad, ésa que los medios tan convenientemente comprados, tan bien se encargan de difundir. Señores, despertemos. Se está produciendo una carnicería a gran escala, está muriendo gente inocente sólo porque empieza a haber dirigentes que denuncian los abusos de los Estados Unidos y de su séquito de países chupaculos. Y no sólo los denuncian, sino que se niegan a seguir su doctrina dictatorial, lo que les trae graves consecuencias porque si no están con ellos, están contra ellos. No hay termino medio.
¿Dónde quedó la
libertad de expresión y de acción de la humanidad? ¿Dónde el respeto a la diversidad, a ser diferente?
Despertemos y documentémonos antes de posicionarnos del lado más fácil; el que sutilmente nos imponen los medios. Nuestra actitud o desactitud tiene mucha más influencia de lo que creemos, tiene consecuencias que pueden ser positivas, pero también muy negativas.
El mundo necesita un cambio y ese cambio jamás va a producirse si no despertamos antes. Tenemos que abrir los ojos y ver lo que realmente está pasando para poder hacer frente a la manipulación a la que estamos sometidos.
Espabilemos, la democracia en la que supuestamente vivimos, no es una democracia, es una dictadura
imperialcapitalista. Y el imperio se está cayendo, como todos los que han existido a lo largo de la historia. Uno de los síntomas más claros de dicha caída es la crisis económica mundial. Somos una sociedad a la que se le ha impuesto un sistema económico completamente insostenible y, como consecuencia, ahora somos una sociedad que se hunde a la par que el sistema. Qué vamos a hacer al respecto es mi pregunta: ¿Cerrar los ojos y esperar que alguien nos salve de la catarsis? Nadie va a salvarnos, señores, eso lo adelanto yo y les aseguro que no soy profeta.
En mi opinión, ustedes y yo somos el problema, no el mundo; porque el mundo es la proyección de nosotros mismos y, para comprender al mundo primero tenemos que comprendernos a nosotros mismos. He ahí la clave, dejar de mirar afuera y esperar, para mirar adentro y actuar. Para transformar el mundo debemos empezar por nosotros mismos y, en ese caso, lo importante es la
intención. La intención tiene que consistir en comprendernos a nosotros mismos y en no dejar en otros la responsabilidad de transformarse o producir un cambio. Para transformar el mundo que nos rodea, con su miseria, guerras, desempleo, hambre, divisiones de clase y absoluta confusión, tiene que haber una transformación en nosotros. Y es en medio del caos, de la oscuridad y de la desesperación donde nace el instinto de supervivencia, el ingenio y por ende la luz. Por eso yo me alegro de que nos hallemos en esta situación caótica mundial, porque superado el susto inicial, veo en ella una oportunidad de cambio. Veo una oportunidad para dejar de mirar afuera, ya que el panorama es desolador, para por
fin mirar adentro. Es hora de dejar atrás las necesidades impuestas por un sistema basado en el dinero, un dinero que, para colmo, jamás nos dio la felicidad. Ahora es momento de buscar nuestros verdaderos intereses, y guiarnos por ellos, sólo así nos sentiremos plenos y realizados, sólo así seremos felices (que de eso se trata) y sólo y únicamente así cambiaremos el mundo.
Y bien, ¿alguien se anima?

Yo me animo a mirarme adentro y no olvido hacerlo con humildad pues;
"es más fácil ver paja en ojo ajeno que viga en ojo propio".

Abrazos y mucho amor para todos.



jueves, 18 de octubre de 2012

Tras el infierno; el paraíso.

Aún no me he ido de Bolivia y ya siento que no me quiero ir. Este país que los medios de comunicación tanto juzgan por ser el menos desarrollado de sudamérica, por carecer de ambiciones capitalistas y por tener como presidente a un antiguo pastor de llamas que defiende a toda costa los
cultivos de coca, no es más que un ejemplo de país auténtico. Un país que no se deja dirigir más por saqueadores extranjeros y que está buscando en sus orígenes ancestrales, la aguja de su nuevo rumbo. Pasear por las calles de su capital y no encontrarte con sucursales de grandes multinacionales textiles o alimenticias, sino con miles de puestitos donde las cholitas, vestidas en sus clasicos atuendos, venden desde cortaúñas y lápices hasta pinchos de carne de llama, no es algo ya facil de encontrar en este mundo globalizado. Todos los países "desarrollados" nos hemos vendido al
capitalismo y con ello hemos vendido nuestras raíces, nuestra cultura y nuestras esencia. Hemos adoptado sin medida ni filtros todo lo que venía de fuera hasta convertirnos en copias unos de otros. Al
final, la cosa entre países, al igual que en la sociedad, es no destacar, no ser diferente, porque si brillas por tus diferencias, los demás se sienten amenazados o acomplejados y van a destruirte. Así funcionamos, nos guste o no. Por eso, cuando viajo y me encuentro con un país donde los orígenes siguen bien latentes en las costumbres y la forma de vida de su gente, yo, no puedo más que quitarme el sombrero.
Alguien me dijo hace no mucho que no le gustaba Bolivia, y que, lo que más odiaba era la falta de ambición y de aspiraciones de su gente. Ya en su momento me
llamó la atención aquel comentario, pero ahora que estoy empezando a conocer este país y a su adorable gente, me pregunto: ¿es acaso positiva la ambición? o ¿tiene limites? Si un país como Bolivia, con la mayor población indígena no discriminada socialmente de Sudamérica, lleva un ritmo distinto al del resto, el sabio ritmo de su cultura ancestral, un ritmo naturalmente lento, para qué juzgarlos de poco ambiciosos. ¿Poco ambicioso porque no copian nuestro baile acelerado de estrés y de consumo?. ¿Tienen acaso nuestras aspiraciones rumbo saludable alguno? ¿Tiene nuestra ambición ilimitada consecuencias positivas demostradas? Los países desarrollados no somos
más que una plaga humana enferma y neurótica que arrasa las culturas y poblaciones de los países "menos desarrollados" para alargar a cualquier precio una muerte anunciada.
Vamos contranatura, señores. ¿No lo sabían? ¿Acaso no ven las señales? Cánceres, infartos, depresiones. ¿No es suficiente para darnos cuenta de que llevamos un ritmo anormal e insostenible de vida? Se me
ocurre una sutil comparación: las fábricas de huevos. Nos escandalizamos por el trato que las empresas que nos venden huevos no ecológicos dan a las gallinas. Para el que no lo sepa o no lo
quiera saber, se lo recuerdo; a las gallinas ponedoras, antes de empezar la tortura de su vida, primero se las separó de los machos cuando
eran polluelos y se les quemó el pico para que cuando se volvieran locas por la tortura a las que las someten, no se pudieran matar unas a otras picoteándose. Luego se comieron a sus hermanitos machos que, por ser machos y, por lo tanto, no ponedores, se les considera inservibles y se les tritura vivos para servir de comida a las gallinas sí servibles, las ponedoras. A éstas se les encierra en jaulas minúsculas para que no puedan moverse y no gasten mas energía de la estrictamente necesaria. Una vez enjauladas se las sobrealimenta y se las tiene con la luz artificial encendida las 24 horas para que crean que siempre es de día y pongan huevos a todas horas. No descansan, porque para ellas nunca hay noche. El desorden biológico al que las someten las vuelve locas y se picotean unas a
otras, pero no pueden matarse porque ese punto de locura ya había sido fríamente calculado y para ello les quemaron el pico cuando no eran más que polluelos. A esa tortura habría que sumarle que la falta de espacio impide que su musculatura se desarrolle y ésta termina completamente atrofiada.
Y para qué contarles esta historia tan desagradable. Era por el símil que se me había ocurrido. Para mí, nuestra sociedad está enferma y desorientada porque seguimos
un ritmo
antinatural impuesto por las grandes
corporaciones. Igual que a las gallinas, las grandes corporaciones, las que controlan el mundo (industrias petroquímicas y demás) nos manipulan para su beneficio. Nos enferman con alimentos artificiales o manipulados genéticamente, nos desorientan desde niños rompiéndonos el sagrado descanso infantil con horarios escolares antinaturales y, por último, como adultos nos doblegan con jornadas laborales agotadoras. Sumémosle a esto la varita mágica que utilizan para terminar de hipnotizarnos. La
luz artificial de neón que las gallinas confunden con el sol, es para nosotros el
televisor. Esa es la gran herramienta de manipulación, la que nos crea necesidades y nos atemoriza. Es el arma de construcción masiva de tontos del siglo XX y XXI. Ella nos destruye sin que nos demos cuenta. Tiene la increíble capacidad de hacernos vivir de espaldas a la naturaleza, nuestra única fuente fidedigna y la verdadera guía para vivir en armonía con nosotros mismos y nuestro entorno. Somos como
esas gallinas, señores. Nos manipulan para producir felicidad y poder a otros. Por eso, cuando un país como
Bolivia respeta su ritmo lento natural, reconoce sus cualidades y defectos y elige a un presidente que, por muchos defectos que tenga, reconoce sus orígenes y se niega a seguir siendo manipulado por las grandes corporaciones, es decir, los imperialistas Estados Unidos, yo no puedo más que quitarme el
sombrero. Porque creo en la posibilidad de una transición, una transición basada en el retorno a nuestras raíces y en nuestra
reconexión con la madre naturaleza.


Foto1: Isla del Sol (Lago Titicaca).
Foto2: Lago Titicaca.
Foto3: Con una cholita, indígena aymará.
Foto4: ¿Morir para renacer?
Foto5: Ocaso enjaulado

domingo, 14 de octubre de 2012

Un viaje infernal.

Hace un rato que llegué a La Paz (Bolivia). No sabía si llegaría. El bus que tan buena pinta tenía comparado con los otros que también se dirigían a Bolivia, resulto ser un infierno. Me subí felíz y relajada después de pasar tres días desconectada del mundo en una comunidad ecológica de los Hare Krishna. Fueron tres días de trabajos voluntarios que me
supieron a retiro espiritual. Para pagar mi hospedaje y comidas, tuve que dar de comer y beber a las llamas que allí había, ayudar a hacer pan e ir a venderlo al pueblo, limpiar, cocinar, pintar algunas paredes ya descascarilladas y guiar a la gente que venía a visitar la comunidad y explicarles de qué se trataba. Me encantó hacer aquellas tareas rodeada de naturaleza y del sonido de pajarillos. Fue un lindo intercambio por el hospedaje en un Truly (Domo de adobe) y por las tres comidas orgánicas diarias. De hecho, me fui con pena esta mañana a tomar el bus al pueblo. Pero también tenia ganas de cruzar ya la frontera y conocer Bolivia; el
tíbet de Sudamérica, según leí.
Eran 7 horas en bus. No muchas, pero 7 horas por carreteras llenas de curvas que superaban los 4000m de altitud sobre el nivel del mar. Temía el mal de altura.
La noche anterior ya algo no iba bien. Al acostarme, me
dieron retortijones de barriga y los gases eran para salir corriendo. Dormí fatal a causa de ello y de los nervios del viaje. De hecho, me
equivoqué y puse la alarma una hora antes de la que correspondía y me
di cuenta al llegar a la terminal. Una hora se sueño perdida y una hora de espera aburrida en la terminal. ¡Qué le vas a hacer!
Así que una vez en el bus, rezaba para que mi barriga se portara bien y no me dieran ganas de ir al asqueroso baño del bus, ni de tirarme aquellos pedos apestosos. Se ve que Dios duerme las mañanas de los domingos y no hace caso a los rezos.
Llevábamos un par de horas ya en camino, cuando empezaron las curvas y se hizo notoria la falta de aire acondicionado del bus. La falta de ventilación empezaba a condensar el
ambiente y el calor del sol a través de la ventana me hacia sudar. Me saqué toda la ropa que pude pero, sin aire fresco, con las curvas y la manera de conducir del chofer, el mareo ya era inminente.
Por suerte, pensé, nos sirvieron algo de comer: arroz tres delicias. No me podía sentar mal a la barriga, así q, me
lo comí con hambre. Media hora después empezaron los retortijones, los
gases y a bajarme la tensión. Intenté concentrarme en la respiración, pero los
sudores fríos y la sensación de desmayo no remitían. Antes de vomitar el asiento, me levanté como pude para llegar al baño. Apenas podía mantener los ojos abiertos y daba tumbos a lo largo del pasillo, pensé que me desmayaba ahí mismo. Alcancé el baño, me bajé los pantalones como pude y me senté de golpe sin mirar la taza ni nada. Desplomada sobre la taza me
sentí morir..el sudor frío me recorría el cuerpo y la diarrea y los vómitos no cesaban. Por suerte el baño tenía una pequeña ventana y estaba abierta, así que, por ahí entraba el aire fresco de la cordillera que me fue despejando poco a poco. Después de no sé cuánto tiempo sentada en la taza, empecé a sentirme mejor y pensé en la idea de volver a mi asiento. Pero antes de levantarme, miré por todas partes y no había papel
para limpiarme. Los pañuelos se me habían quedado en el bolsillo de la chaqueta que me
había quitado cuando el calor me
abrasaba. ¡Mierda!, nunca mejor dicho. Miré en mi riñonera dispuesta a limpiarme con lo que fuera y, por suerte, encontré una toallita húmeda de Air Europa que había guardado cuando comencé este viaje. ¡Menos mal! Ya me había imaginado
con el
culo cagado el resto del trayecto...qué perdida de clase, señores. De todos modos, el
olor que salió del baño cuando abrí la puerta para volver por fin a mi asiento, ya supuso una pérdida de clase importante.
Aunque mejor, seguía sintiéndome
débil e intente recostarme y dormir un poco. No sirvió de nada. Nada más sentarme, volví a sentir todo ese calor humano y la falta de ventilación del bus. A eso se le unían las curvas cada vez más pronunciadas o la prisa del chofer por llegar y la película americana de disparos a todo volumen. Un cóctel perfecto. A la media hora de intentar aguantar todo aquel bochorno, me
levanté de nuevo medio desmayada hasta el
baño. Diarrea de nuevo y sudores fríos. Pero aun así, sentía q se estaba mejor allí con el aire fresquito de la ventana que en mi asiento nauseabundo.
Llegamos a la
frontera y tuve que salir del baño. Esta vez había llevado los
pañuelos.
Bajé del bus a duras penas y pedí agua. No tenían. Tampoco había sillas, así que, me senté en el
suelo debilitada y con la tensión aún baja a esperar la fila de sellado de pasaportes. A pesar del
olor a gasoil de los
camiones, al menos corría
aire fresco que me espabiló un poco. Estaba tan débil y mareada que parecía drogada. Cuando terminamos los trámites y volvimos al
bus, la
tortura continuó de nuevo hasta el final del trayecto. El final del trayecto era la capital boliviana, La Paz, pero mi intención inicial no era pasar la noche en una gran cuidad. Mi idea era tomar otro bus (unas tres horas más) hasta un pueblito cercano al lago Titicaca. Cuando llegamos a la estación de buses de la decadente y caótica
La Paz, casi beso el suelo. Me
pareció el paraíso y, por
supuesto, no tomé ningún bus más ese día. Sólo
deseaba encontrar una cama y dormir, pero claro, yo no había mirado hospedaje alguno en aquella gigantesca ciudad, así que, le pregunté a unos belgas que venían en el mismo bus que yo, si ya tenían un hostel reservado y me dijeron que sí, que era barato y cómodo. Compartimos
un taxi y nos fuimos directos al
hostel. Y aquí estoy, tomándome
una manzanilla en la cafetería del hostel y describiéndoles mi lindo día antes de perderme en la
cama hasta mañana.
Ahora ya no puedo más:
Un beso de buenas noches...zzzz...

Foto1: Con los pies de nuevo en el Pacífico (playas de Arica, norte de Chile).
Foto2: Interior templo Krishna (domo adobe)
Foto3: Eco Trulys (Domo de adobe)
Foto4: Una de las llamas de la comunidad.

domingo, 7 de octubre de 2012

¿Ruido o melodía?

Domingo en San Pedro. El reaggeton de algunas fiestas caseras de anoche da paso al repicar de las campanas de la iglesia de adobe de la
plaza. Salgo de mi carpa (tienda de campaña) y desayuno acompañada de un montón de pajarillos atrevidos que se acercan a ver si les toca algo de lo mío. Son irresistibles. Saco la miga del pan y la troceo para dársela. Primero huyen espantados por el movimiento de mi brazo, luego se avalanzan competitivos sobre las migas y cuando ya no queda más que tierra en el suelo, esperan atentos el siguente lanzamiento. Hay unos 30 o 40 pajaritos, creo que son gorriones. También hay tórtolas y palomas, las mismas que, la primera noche que acampé en este lugar, me hicieron creer que chispeaba. Pero cuando desperté a la mañana siguiente y vi que mi carpa estaba llena sus cacas, me di cuenta de que no había sido lluvia, sino una muy particular bienvenida. Y así llevamos, siete días y seis noches conviviendo y compartiendo la sombra de los árboles del único oasis del desierto de Atacama.
Las dos primeras noches no pude dormir bien por el sonido nocturno de las palomas y, por las mañanas, me despertaba al alba por el escándalo matutino de los gorriones. Ahora ya, o bien, me acostumbré, o bien, el cansancio supera cualquier sonido. La cosa es que he descubierto algo; la carpa guarda un secreto. La fina tela de sus paredes y su consiguiente falta de insonoridad parece a priori un inconveniente para el descanso, pero, en realidad, no es más que un puente que nos lleva del silencio a la integración directa con la naturaleza. Un puente mágico que rompe la sordera a la que las paredes de bloque, ladrillo o barro nos tienen condenados, para dar paso al contacto con los sonidos de la vida. El hostel confortable que tanto anhelaba los primeros días en carpa, ahora quedó en el olvido, pues, una vez que te acostumbras a los novedosos sonidos, te duermes sintiéndote arropados por ellos y te despiertas siendo testigo auditivo del gran revuelo de vida que está aconteciendo.
Y con el paso del tiempo, dejas de ser testigo de estos ritmos de la vida, te dejas contagiar de la energia vital que transmiten y te conviertes en partícipe y protagonista del vibrante pulso de la vida.

Un beso mañanero a todos los madrugadores!!

sábado, 6 de octubre de 2012

San Pedro de Atacama: el desierto mas árido del mundo.

Una semana llevo ya descubriendo los muchos secretos que guarda San Pedro de Atacama. Pero como sigo pensando que una imagen vale más que mil palabras, les ilustro dichos secretos con fotografías (y disculpen la calidad; están tomadas con el teléfono).
Ahora bien, sí quiero dedicar un tiempo a describir una pequeña aventura que me pasó ayer. Alquilé una bici para ir a la Laguna Cejar, una laguna salada que se encuentra a unos 20 km del pueblo: "mmm.. 20 km no es tanta distancia en terreno llano... ¡lo voy a hacer!", pensé. Así que, salí temprano y tomé la carretera principal; una recta que se perdía en el infinito donde a ambos lados no había más que desierto. Pedaleé feliz durante una hora distraída con el silencio y la inmensidad del lugar hasta que encontré el desvío que me llevaba a la laguna. El desvío era un camino de tierra y arena donde no me importaron los baches, ni la pesadez de pedalear sobre la arena porque ya me quedaba poco, creía. El sol iba apretando cada vez más, mi trasero empezaba a notar la rigidez del sillín y yo no divisaba laguna alguna. Empezaba a inquietarme: no me había cruzado con nadie en el camino, ¿sería el camino correcto? Tenía que ser. Seguí unos buenos kilómetros más, sin saber cómo sentarme ya en el sillín, hasta que encontré de nuevo un desvío donde pasaron unos ciclistas y unos autos. "Tiene que estar cerca", me entusiasmé. Olvidé el dolor de culo, el peso de la mochila y el calor y pedaleé rápido en la dirección correcta. A la media hora apareció en la llanura una casita de barro que era la entrada a la laguna. Le pregunté al chico por el camino que yo había tomado y me dijo que me había equivocado, que había tomado el más largo, unos 30km, y que el corto, donde me había encontrado con los ciclistas, era de 18km. Me cagué en mis
muertos, pero me alivió pensar que el regreso sería mas corto. Le di las gracias al
chico por la información y le pagué la mitad de la entrada haciéndome
pasar por estudiante.
Como pude me
dirigí a la laguna, me temblaban las piernas. Dejé las cosas a la sombra y me acosté extenuada. Me dolía todo. Después de un rato de recuperación, me incorporé y comencé a observar la belleza del lugar. Era precioso e impensable que en medio de un desierto existiera una laguna de aquel color turquesa. Me puse el bikini y fui al agua, pero estaba helada, así que, solo alcancé a mojarme hasta las rodillas. Deambulé por el lugar maravillada por su belleza y tomé algunas fotos. El silencio era sepulcral. Delicioso. La cordillera de los Andes coronada por el volcán Licankabur (6000m) hacía de telón de fondo del aquel bello lugar. Me acosté un rato, pero las moscas no me dejaron echarme una siestita, así que, irritada me levanté y como me sentía plenamente recuperada y animada por toda aquella belleza, decidí hacer los 11km más que había hasta unas pozas de agua dulce: los Ojos de Salar de Atacama. Me subí en la bici y me sentí bien, así que, pedaleé feliz e inconsciente de la vuelta que me esperaba. Tras media hora de pedaleo, me encontré rodeada de un inmenso salar; el famoso Salar de Atacama. Parecía nieve. Era precioso e intentaba olvidar el dolor de trasero y el cansancio de piernas con el paisaje. A veces lo conseguía y muchas veces no. Al rato, al ver que no llegaba a ninguna parte, empecé a desesperarme y a pensar en dar media vuelta, pero continuaba pedaleando en la misma dirección. Seguí como una hora más por un camino de tierra en absoluto liso hasta que de repente aparecieron en el suelo las dos pozas. No lo podía creer. Me bajé a duras penas de la bici, estaba exhausta y acalorada. Miré alrededor y no había un alma en kilómetros a la redonda, así que, me saqué toda la ropa y me tiré al agua. Qué delicia... el agua era dulce y fresquita y estaba sola y en pelotas, qué más podía pedir. En un minuto había pasado del infierno a la gloria.
Las pozas eran bonitas también, el agua estaba calma y se reflejaban las montañas en ella. Pasé unas dos horas de paz absoluta, inmersa en aquel paisaje de contrastes hasta que apareció un vehículo
con turistas y salí forzosamente de mi ensimismamiento. Entonces, me di cuenta de que el sol ya empezaba a ponerse y que tenía que regresar. Así que, tentada de pedirle al bus de turistas que me llevara con ellos, me contuve y decidí intentar el regreso: 11km hasta la laguna y 18km hasta el pueblo, eso hacía un total de 29km. Pensé que sería capaz, pero no tuve en cuenta un factor: el viento. Una vez subida en la bici y pedaleando de vuelta, noté cómo se había levantado el viento, pero lo malo no era el
viento, sino su dirección; lo tenía justo en contra. Mierda para mí.
Cuando estudiaba en la universidad mi único medio de transporte era la bici y me encantaba, pero si había una cosa que me desquiciaba no era ni el
tráfico, ni la lluvia, ni el frío, sino el viento en contra que no te deja avanzar.
Pues allí, estaba en medio de la nada, con 30 km por delante, el viento en contra y sin agua. Qué buen plan. Volví al infierno en un santiamén. Y bueno, pedaleé, qué otra cosa iba a hacer. Pedaleé de todas las formas que conocía con tal de no apoyar mucho el culo en el sillín porque el dolor ya se había transformado en quemazón. Sentía los huesos pélvicos como
cuchillos clavándose en la piel de las posaderas. Me ardía. Pedaleé con la esperanza de que pasara algún coche o un bus o alguien que me llevara. Lo más con lo que me cruce fue con otros ciclistas que iban en la dirección opuesta a la mía contentos porque el
viento les empujaba. Ja. Paré una vez a masajearme el
trasero y el supuesto alivio que sentí desapareció nada más subirme a la bici. Así que, me volví a subir y ya no paré más hasta que logré llegar al pueblo tras recorrer los 30 kilómetros más largos de mi vida.
A pesar de la paliza, debo reconocer que fue un día increíble; de paisajes alucinantes, de momentos de silencio absoluto que me supieron a gloria y de superación de mis propios límites.
Ahí les dejo con las fotos de un día que jamás voy a olvidar: tanto por lo bueno, como por lo malo.

Besos altiplánicos!!


Foto1: El Salar de Atacama
Fotos2: Refrescandome los pies en la Laguna Cejar.
Foto3: Amanecer en el Campo de Géiseres El Tatio. A menos 15°!!
Foto4: Pedaleando en la carretera sin fin que cruza el desierto de Atacama.
Foto5: Laguna Cejar.
Foto6: Ojos del Salar de Atacama.
Foto7: Termas en el campo de Geotérmico El Tatio. Agua: 35° Temperatura exterior: -10°
Foto8: Laguna Cejar y Cordillera de los Andes al fondo con volcán Licancabur.
Foto9: Casas de barro en un pueblito altiplanico.
Foto10: baño en pelotas en los Ojos del Salar de Atacama.
Foto11: Géiseres al amanecer en el Campo geotérmico El Tatio.

martes, 2 de octubre de 2012

Tanto tiempo...

Hace tanto que no escribo en el blog que no sé bien por dónde empezar. Es por este motivo por el que cada vez que tenia de ganas de compartir algo, retrasaba el momento, porque ¿cómo resumir todo lo que ha pasado en los dos últimos meses?
Sin embargo, hoy he decidido que han pasado demasiada cosas buenas como para no compartirlas y da igual el orden o si dejo cosas atrás. Me importa que hoy y ahora tengo las ganas y el tiempo para escribir y compartir un rato y lo voy a hacer.
Así pues, comenzaré reconociendo que, desde la ultima publicación hasta ahora, cuento con un año más en el bolsillo. Sí, el jueves pasado fue mi 33 cumpleaños y lo celebré en Santiago de Chile, rodeada de gente hermosa que he conocido en la ciudad; mi familia chilena, amigos y, como se dice en chileno, mi polola Ber. Como ya dije en otra ocasión, a pesar de los miles de kilometros que me separan de Tenerife, no me sentí triste en absoluto; todos, tanto los del continente europeo, con mensajes, llamadas e incluso flores (papi lindo!!!), como los del continente latinoamericano se tomaron el tiempo de mandarme su amor y cariño en un día importante para mí. Y ¿cómo no compartir lo afortunada que me siento de recibir tanto amor de tantos lados?? Es increible, la verdad. Aún me late el corazón fuerte cuando recuerdo la ola de cariño que recibí ese día. Gracias a todos. Qué bonito sentirse tan querido... y qué bonita la intensidad del amor que cruza océanos y montañas para llegar a su destino. Qué bonito...

Unos días antes, tuve otra sorpresa: aterrizó en Santiago mi compañera de batallas en Argentina y Uruguay, mi amiga Lilian. Linda ella... ¡qué rico fue verte y verte bien y feliz! Nos volveremos a encontrar, Lil, estoy segura. ;-)

El día después de mi cumple volé al norte de Chile, al desierto de San Pedro de Atacama. Aquí vine a realizar un curso de construcción con Superadobe. El adobe es una técnica milenaria de construcción con tierra y es propia de lugares áridos. El superadobe, es una versión mejorada de esta técnica que permite construir también de forma circular, un ejemplo de construcción circular son los domos. Construir con esta forma geométrica deberia ser de especial relevancia en Chile y explico por qué. Chile es un país con movimientos sísmicos muy frecuentes y las construcciones deben ser sismoresistentes. La geometría circular está demostrada que es más resistente a un terremoto que la rectangular o cuadrada. Por eso, se está intentando dar a conocer esta técnica constructiva a la población, sobretodo a la que tiene menos capacidad adquisitiva, pues el Superadobe es una técnica asequible para cualquier persona; es barata y no requiere de maquinaria. El creador del superadobe tenia un ideal y era inventar una técnica constructiva segura y económica para que cualquier persona en el mundo pudiera optar a una vivienda digna. Después de asistir al curso, doy fe de que lo consiguió. Fueron tres días intensos de toma de apuntes, de carretillas de arena pa'rriba y pa'bajo y de dolor de espalda... Ahora bien, el dolor de espalda no era por las carretillas, sino, porque no estoy acostumbrada a dormir en carpa (tienda de campaña) y, joder, me
había olvidado lo duro que era el suelo. A pesar de todo, fueron tres días de muy instructivos. Cada vez me doy más cuenta de que la construcción es lo mío: ahí estaba yo; llena de tierra, con la uñas negras y sudando, pero estaba súper concentrada en lo que hacía y feliz cada vez que me alejaba de la obra y veía lo que habíamos avanzado. Todos los que participamos en el curso nos quedamos con ganas de más. Ah, por cierto, entre los que asistimos, había una señora de 70 años. ¿Cómo se les queda el cuerpo? La señora vino desde Frutillar, el sur de Chile, 3 horas y media de avión para asistir al curso y luego construirse algo en su casa. Tremendo ejemplo que fue para mí esa señora, qué vida tenía y que feliz participaba en todo. A mí me dejó muda; era impresionante, digna de admiración.
En conclusión, fue un buen grupo de trabajo, los instructores también eran buena gente y muy comprometidos.
Y bueno, después del sacrificio viene el premio, así que mi premio es continuar con mi viaje por esta zona norte de Chile hasta llegar a Bolivia y el norte de Argentina.
Al final parece que Sudamérica me atrapó, pues aquí comencé mi vuelta al mundo y aquí mismito la voy a terminar. Como una vez aprendí, menos es más; y aunque me ha costado cambiar mi plan inicial de viaje, la verdad es que si me
he ido quedando aquí es porque así lo he sentido en todo momento: ya sea porque me he sentido bien donde estaba o porque estaba aprendiendo cosas que me
interesaban. Salí de Tenerife buscando respuestas y las he encontrado. Ya no quiero seguir buscando, ahora quiero disfrutar de lo que he encontrado.

Un beso muy grande a tod@s.

Pd: Gracias por esperar a todos los que me escribieron impacientes o preocupados. Estoy bien. Muy bien. ;-)


Foto1: el merecido descanso.
Foto2: Iglesia de adobe en San Pedro de Atacama.
Foto3: base del domo de Superadobe.
Foto4: la tarta de mi cumple!! mmm!!
Foto5: mi tienda de campaña: bonita pero incomoda ;-)
Foto6: Atardecer en San Pedro de Atacama.

viernes, 10 de agosto de 2012

De nuevo en ruta.

Y sí, tras un mes de descanso y reflexión en Santiago, de nuevo en ruta. Seis horas hace ya que despegó el avión de Santiago y siete faltan para que aterrice en Madrid. Pero, no es Madrid mi destino final, ahí tomaré un tren hasta Andalucía donde me recogerá mi querida hermana Miriam con sus dos hijas. Con ellas voy a pasar los siguientes 20 días. Juntas vamos a recorrer la costa hasta donde nos llegue la energía, estaremos de camping en su camper y pararemos allá donde se nos antoje a disfrutar del sol y la playa en las vacaciones de verano de mis sobrinas. El plan es que no hay plan, ni horarios; se trata sólo disfrutarnos después de 7 meses sin vernos. Disfrutarnos relajadas, sin prisas. Vagamundear. Rico, rico.

A pesar de que es un buen plan y de que me muero de ganas de ver a mis sobrinas, no me invade la alegría en este momento. Me siento triste y ésa es la verdad. Es el riesgo que se corre cuando uno para en un lugar y profundiza en él. Ocurre que se profundiza también con las personas y, la consecuencia directa es que, no sòlo te encariñas de ellas, sino que las terminas queriendo. Y es difícil separarte de gente a la que quieres. Por eso siento tristeza, porque mi corazón está dividido. Cada segundo que pasa son más los kilómetros que me separan de Santiago, y por tanto, de esa gente maravillosa que quiero y, eso me duele. Siento un agujero en mi interior, un vacío cada vez mayor a medida que me alejo. Ya los extraño.
Extraño a mi Ber, antetodo a ella. Cómo desearía que estuviera sentada a mi lado en este avión...
Pero la realidad no siempre cumple los deseos de uno y, su realidad es que aún no puede acompañarme a España y yo tengo que aceptarlo así y continuar mi camino.
Me quedo con lo positivo y es que este mes en la ciudad ha sido lindo, aunque en absoluto ha sido un mes fácil; he pasado por periodos de reflexión profunda sobre el viaje y sus objetivos, de dudas, de incertidumbre, la ansiedad de vivir en una ciudad: su ruidos, su gris, su prisa... momentos difíciles pero tremendamente enriquecedores, pues como siempre digo, cuando te paras a sentir todo esa tormenta interior, y la capeas cual barco en el océano, la calma que aparece tras ella, se acompaña de una claridad emocional indescriptible. Por eso me siento satisfecha, porque la parada que me propuse ha dado sus frutos y, aunque triste, me siento más clara, más
motivada y con más energía para continuar VagaMundeando.
Además, no cambiaría mi forma
de viajar por mucho que me cuesten las separaciones. Como decía Violeta Parra; "me quedo con la gente, porque es la gente es la que me hace crear". Las relaciones humanas son las que hacen que los recuerdos de un lugar sean bellos o feos, intensos o efímeros, no los monumentos, ni los
paisajes. Es, sobretodo, la
gente la que nutre y le da sentido a los monumentos y al paisaje. Es por los momentos vividos por lo que recordamos un viaje, lo demás, lo terminamos olvidando. Son los vínculos los que perduran.
Está claro que parte de mi tarea en este viaje es trabajar el desapego; saber separarme y seguir mi rumbo, más allá de los lazos sentimentales. Saber que la distancia no es sinónimo de lejanía, al igual que la cercanía no es sinónimo de intimidad. Aprender a mantenerte unido en la distancia, implica compromiso, algo que falta mucho en estos tiempos, pero que yo estoy luchando por conservar.
Así que, mi querida gente chilena, si no nos vemos pronto, nos sentiremos cerca pronto. Gracias por todo el amor y por los momentos.

Con amor y tristeza,

Tacha.


Foto: atardecer invernal en Santiago.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Nadar sin salvavidas.

Es por todos sabido, que el deber de los padres es educar a sus hijos para y hasta que éstos se conviertan en adultos autónomos y autosuficientes. Es decir, en adultos libres. En todo el reino animal es así. Sin embargo, también es por todos sabido, que no suelen darse muchos ejemplos de lo anterior. En adultos nos convertimos, sí, pero en adultos acosados por los miedos y la dependencia emocional. Lo cual no nos conviente en seres precisamente libres, digo yo.
Hasta aquí nada nuevo.
Sin embargo, hoy, hablando con mi profesor de yoga, éste dijo algo que me hizo recapacitar, y, aquí viene lo nuevo; me pregunto si, en lugar de pasarnos la vida reprochando a nuestros padres lo
que hicieron, porque lo hicieron mal y, lo que no hicieron, porque no lo hicieron, ¿no sería más sano y sustentable que los hijos dieran por finalizada dicha tarea paternal?
Sería hermoso que un hijo, sintiéndose ya preparado para su supervivencia, incentivara a sus progenitores a dejar de ejercer dicho rol cuidador-protector, para
convertirse de nuevo en hombres y mujeres libres.
Sería hermoso que estas partes, ambas pertenecientes al mismo paradigma, se miraran a los ojos como iguales; como hombres y mujeres adultos y rompieran esos vínculos fraternales, para generar otros nuevos, más sanos y, por ende, más enriquecedores.
¿Somos los hijos capaces de liberar a nuestros padres de sus funciones?
¿Estamos dispuestos a nadar en el
océano de la vida sin su protección? ¿Estamos preparados para verles disfrutar libres de un nueva etapa postpaternidad sin sentirnos abandonados?
¿Lo está ellos sin sentirse culpables?

Difícil tarea. Arduo trabajo. Incalculable recompensa.

Las leyes de la naturaleza están dictadas. En nosotros está seguirlas o no.


Serie "Reflexiones"
Título: actualizando patrones de comportamiento.

Foto: yo con... ¿2 añitos?
30 más me han bastado para aprender a nadar sola, sin salvavidas. Me siento capaz y deseosa de ver a mis progenitores como hombre y mujer y, sobretodo, de aceptarles en su individualidad.

lunes, 30 de julio de 2012

Bajando el freno de mano.



Y la pausa va llegando a su fin: el freno de mano que puse hace unas semanas a este viaje ha cumplido su función. Este mes de reflexión en Santiago de Chile ha resultado ser tan hermoso como revelador. Siento que no hay mejor autoregalo que darse el tiempo a uno mismo de parar. Desconectar el piloto automático para poder bajar las revoluciones de la vida diaria y, una vez aparece la tranquilidad y el silencio, aprovechar para sentir el cuerpo, nuestro interior y nuestras emociones. Como cuando uno va a clase de yoga.
- Cuando vas: caminas o conduces a toda prisa por la calle contaminada y ruidosa, sigues el ritmo de los demás para no perturbarles y vas estresada para no llegar tarde.
- Cuando llegas: te aturde el silencio inicial del
lugar y luego te dejas envolver por su agradable energía, la suave música instrumental, el
sonido del
agua, el olor a incienso y la sonrisa relajada de los que por allí andan.
- Cuando sales: sales flotando, sonriente, te sientes ligero y feliz y, ni te das cuenta de que ya no te afecta el mundo que te rodea porque estás tan entretenido sintiendo y escuchando la paz de tu mundo interior que no oyes ruido alguno en el exterior.

Lo mismo me ha ocurrido a mí en este mes. Al tomar la decisión de parar, no sabía que me iba topar con estas tres etapas y que las experimentaría de forma tan intensa. Pero así ha sido y, ahora, ya no escucho ruido interior, el ruido se quedó en el exterior de esta ciudad sombría y, en mi interior, suena una suave melodia y brilla la luz que va a guiar de nuevo mi camino. Me siento con nuevas energías para retomar el
viaje y también siento mucha claridad sobre lo que voy a hacer en Tenerife a mi vuelta. Como si todos las experiencias vividas en el
viaje se hubieran asentado en este mes y hubieran adquirido su verdadero sentido. Me explota la cabeza de ideas y de proyectos para llevar a cabo allí y eso me tiene muy contenta. Cuando salí de Tenerife, uno de mis objetivos era adquirir conocimientos y formarme en temas de ecología, conciencia y sostenibilidad y siento que es un objetivo casi logrado, me siento mucho más preparada en este terreno y mis volátiles ideas iniciales empiezan a convertirse en proyectos tangibles.

Pero vamos poco a poco, pues, aunque a veces sienta ganas de precipitar mi regreso a Tenerife para embarcarme ya en dichos proyectos, también siento que me queda mucho por aprender y voy a tomarme el tiempo para hacerlo.
Para empezar, la próxima semana tomo un avión a España, me voy a reunir en Andalucía con mi familia para disfrutar con ellos de sus vacaciones de verano. Será como una toma a tierra. Y en septiembre, retomaré mi viaje.

Bueno, me queda añadir que, aunque a mí no me gusten ni un poquito las grandes
ciudades, me he sentido muy acogida en Santiago; primero por Ber y su familia hermosa, que me han tratado como a una hija o una hermana más y, segundo, por la gente que he conocido, o bien, a través de Ber, o de los talleres de huertas orgánicas, o de las clases de yoga o de cocina, etc. que ha sido mucha y muy cariñosa. Qué buenos recuerdos me llevo de Santiago y de Chile en general. Un país de gente con mirada y actitud nobles, gente trabajadora, tremendamente educada y respetuosa y tan cálida como su acento.
Gracias a todos por todo.

Un fuerte abrazo,

Tacha.


UN PASEO POR CHILE


Torres del Paine

Navegando a Puerto Williams
(Puerto más austral de Chile)



"Tráfico" de la Carretera Austral



El invierno llega a los bosques de Lengas de la Patagonia Chilena



Construcción de horno de barro (Comunidad Buenmundo)


Valparaíso (Arte en la calle)



Picnic en la playa de Viñas


La música de Santiago de Chile


Curso de Cocina Vegetariana



Cajón del Maipo: donde viven las hadas y los duendes