domingo, 24 de junio de 2012

Hogares marinos.

Paseaba por la playa y recogía algunas de los cientos de conchas que había en la arena, cuando se me cruzó un pensamiento; aquellas lindas conchas que tenía en la mano no eran simples objetos decorativos para llevarme a casa, eran casas. Me detuve a obsevarlas de un modo distinto al habitual y miles de pensamientos se me vinieron a la cabeza. Pensamientos que quisiera compartir ahora aquí. Pensé que aquellos cientos de conchas juntas formaban las ciudades del fondo del mar, ¡qué maravilla y qué belleza! E, inevitablemente las comparé con nuestras ciudades e, inevitablemente, salimos bien perjudicados en la comparación. Pero, por qué.

Caracolas versus casas:

Los hogares elegidos por los seres marinos en contraposición con los hogares que habitamos los seres terrestres.

Aparte de las diferencias estéticas (cómo me gustaría vivir en una caracola gigante) y estructurales que todos apreciamos a simple vista entre unas y otras: forma, color, tamaño, textura (interior y exterior), peso, materiales de construcción, etc. Existen importantes diferencias en cuanto a su funcionalidad.
Las caracolas son hogares muy sofisticados que poseen:
- sistemas de recolección y almacenaje de alimento: mediante las estrías y los canales de la concha,
- sistemas de defensa;
•camuflaje frente a depredadores
•estructuras punzantes frente a depredadores
•estructura ergonómica frente a circunstancias climatológicas adversas (corrientes, vientos, oleaje)
- Sistema de saneamiento de altísima eficiencia; desechos no contaminantes, reciclables y reutilizados y reconvertidos en nácar: súper reparador de conchas.

Si pienso en la funcionalidad de nuestras casas, me
da risa.

Y por si fuera poco con lo anterior, añadir que estos seres son capaces de transportar sus hogares allá donde sus necesidades se vean satisfechas. Son móviles. Quién no desearía tener uno así en estos tiempos de crisis para emigrar a la luna. Nuestras casas nos amarran e impiden que desarrollemos nuestras verdaderas funciones. Las de ellos son transportables y eso es gracias a la liviandad de los materiales con que están construidas y la capacidad de sus habitantes de elegirlas del tamaño justo para poder transportarlas a la par que vivir en ellas sin mermar el desarrollo de sus funciones vitales.
Sobra decir que dichos habitantes no conocen el
concepto de propiedad privada, ni poseen título inmobiliario alguno; todo pertenece al mar y se puede hacer uso libre de los elementos que en él se encuentran. En caso de precisar más espacio, el inquilino abandona su antiguo hogar y busca uno que se adecúe mejor a sus nuevas necesidades. Sin mayor complicación.

Así son los hogares marinos, sus habitantes y costumbres.

Una vez más, la observación detenida de la
naturaleza me da una lección y me recuerda que el
humano, al contrario que todas las demás especies animales del planeta, no observa su entorno, no lo aprecia, ni aprende de él y, por lo
tanto, ni se adapta, ni vive en armonía con él. He ahí la base de
su desdicha.

Sólo un detalle más (para los más espirituales); el patrón principal que siguen las caracolas es la espiral. Para quien no lo sepa, es el mismo patrón que sigue la energía cósmica. Así pues, estos hogares marinos, poseen mejor Feng Shui que cualquiera sobre la tierra. ;-)

Ánimo a todos aquellos con lastres inmobiliarios, podemos desprendernos de nuestros pesados y absurdos hogares. Con muy poco y una buena dosis de creatividad y sinceridad para con nuestras verdaderas necesidades, podemos transformarlos, recrearlos y convertirlos en hogares más útiles, sostenibles y armónicos con nosotros y nuestro entorno.

Caracolas: Sistemas permaculturales de altísimo nivel.


Símiles para reflexionar. Serie fotográfica. Tacha.

viernes, 22 de junio de 2012

Punta Mona.

Noche.

Acostada,
me mece,
de una hamaca paraguaya...
el balanceo,
aquí,

Estimulación sensorial,
entorno
provoca.
Descargar.
Explosión
interior
mío.

Escribo.
Describo.

Arriba:
cerrada.
noche negra,
Luna nueva.
De oscuridad,
todo envuelto.
De estrellas,
todo cubierto.

Sonidos
grillos, ranas, insectos,
aves nocturnas.
miles:
indescriptibles movimientos;
aleteos, graznidos, crujires
tierra despierta,
vida nocturna comienza.
De fondo:
mar.
Olas rugen.
cálido, húmedo.
Sonido caribeño;

Noche.



Punta Mona. Centro de permacultura y enseñanza de vida sostenible. Costa Rica. Caribe Sur.



lunes, 18 de junio de 2012

Simetría natural.

Mientras los dos elementos de cada una de estas parejas de la naturaleza
se mantengan unidos, la simetría que ambos forman es perfecta. Pero su punto de unión es tan frágil como indescriptible su belleza.
¿Unión efímera?

domingo, 17 de junio de 2012

Culto a la (in)felicidad.

Hoy en día el mundo occidental está atrapado en una cultura de la felicidad, pero no siempre fue así. Fue apenas en el siglo XVIII cuando los valores de la Ilustración condujeron a la noción de que la felicidad era la consecución de una vida que valía la pena. Desde entonces, la búsqueda de la felicidad ha tomado fuerza y se ha extendido a cada aspecto del comportamiento; desde la religión y la política. hasta el trabajo y la paternidad.
Es importante rastrear este abuso constante del imperativo de la felicidad porque nos recuerda que los valores de hoy no son factores de la condición humana. La cultura refleja las decisiones y las decisiones pueden cambiarla.
Es importante reconocer que cualquier decisión social tiene consecuencias positivas y negativas. Pero cuando la meta se convierte en la felicidad, se anima la idea de que hay que evitar la infelicidad en nosotros, nuestras familias y en nuestros lugares de trabajo. Los estados emocionales que no llegan a producir alegría se convierten en fuentes de ansiedad e incluso son diagnosticadas como patologías. Eso puede llevar a decisiones que no son las mejores y, paradójicamente, hacer a mucha gente infeliz.


Pd: para reflexionar.

Saludos.

jueves, 14 de junio de 2012

Tras la tormenta, viene la calma...

y cómo sabe esa esa calma....mmmm.....




Foto: Playa Esterillos. Costa del Pacifico - Costa Rica.

Odisea: De Perú a Costa Rica (segunda parte)

Y aterrizó el avión en el aeropuerto de Lima. Y no había Plan D. Y nos quedaba una hora y media para la salida del vuelo a Costa Rica.
Había que inventar algo y no se me ocurría nada o, mejor dicho, sí se me ocurrían cosas, pero eran auténticas locuras. No colarían.
Descendimos del avión y recogimos nuestro equipaje. Cabe decir, que en el aeropuerto de Lima no se trabaja con la rapidez que en otros aeropuertos del mundo, con lo que, en las dos actividades anteriores, nos demoramos más de media hora. Es decir, nos quedaba menos de una hora para pincharnos la vacuna y facturar las maletas de nuevo. El tiempo apremiaba. Una vez que las maletas estaban en el carro, mi madre y yo corrimos como locas en aquel aeropuerto desconocido buscando la terminal de salidas internacionales. Cuando la encontramos, buscamos los mostradores de nuestra compañia aérea. Una vez delante de los mostradres, me detuve a cierta distancia a observar a cada una de las azafatas que los atendian. Busqué minuciosamente a la más vulnerable, cual abogado en proceso de selección de su jurado. Rápidamente me decidí por "una": el único azafato varón. Lo siento lectores, pero los hombres sois más vulnerables ante las mujeres que las propias mujeres.
Nos acercamos a su mostrador y, bien sonrientes y educadas, le entregamos nuestros pasaportes y billetes. Nos saludó muy amablemente, tomó nuestros documentos y empezó a introducir los datos en el ordenador. Parecía que todo iba bien cuando, de repente, alza la vista y nos pregunta por la dichosa cartilla de vacunas a las dos. ¡Mierda! Nos hicimos las suecas, con lo que, se repitió la secuencia del aeropuerto anterior; preguntas y respuestas, reclamos y sùplicas. No sirvió para nada, sólo para perder más tiempo. Y, por si no fuera suficiente con la negativa del azafato a embarcarnos, se acercó la supervisora de facturación a preguntar qué estaba ocurriendo. Sin duda, no era nuestro día, pensé. Pero resultó ser más benévola ella que él (¡qué mal ojo el mío!). Nos repitío que, efectivamente, no podían permitirnos embarcar sin la cartilla de vacunas, y que, efectivamente, había un centro sanitario en el mismo aeropuerto donde nos podrían poner dicha vacuna, pero que, efectivamente, las vacuna tenía que haber sido puesta con 10 días de antelacíon a la salida del vuelo. Así que, efectivamente estábamos jodidas. Pero alegó un pequeño dato más (y he ahí el por qué de su benevolencia) cuando dijo que, lo único, recalcó, que ellos requerían era la presentación de dicha cartilla y que la fecha de la vacuna fuera la correcta, nada más. Y se me ocurrío el Plan D, F o G, ya había perdido la cuenta de las estratagemas que utilicé para lograr que nos facturaran. Quedaban 20 minutos para el cierre del vuelo. Subí de nuevo las maletas al carro, cogí los documentos, a mi madre y me fui corriendo al centro médico: allí tendría que estar la solución. Llegamos exhaustas y una señora mayor y corpulenta nos miraba expectante por detrás del mostrador. Le conté lo que nos ocurría entre bocanadas de aire y con cara de asombro nos dijo:

Enfermera: -Ay, pero no les pueden hacer eso, vayan de nuevo a hablarles para que les dejen tomar ese avión...bla, bla bla..

No se estaba enterando de nada.

Tacha: -Señora, ya hemos intentado todo para que nos dejen embarcar, pero sin la cartilla no tenemos nada que hacer. ¿Puede usted ponernos la vacuna y no poner la fecha de hoy, sino de hace 10 días?

Y se lo solté así.

E. -Ay, Señorita, yo no sé, tendrá que hablar con la doctora a ver si le permite...
T. -Bueno, pues llévenos con la doctora.  Rápido.

Le explicamos todo a la doctora y le supliqué el cambio de fecha y dijo:

Doctora: - ¡Ah, no, no, no! Podemos ponerles la vacuna, si quiere, ¡pero la fecha será la del día de hoy!-, exclamó.
Tacha: - Pero Doctora, por favor... - le supliqué una vez más.
D. - Lo siento, pero no puedo hacer nada más por ustedes. No hay más que hablar. - Zanjó.

Me derrumbé. Mi plan D, F o G, no había funcionado y ya no había ningún hilo más del que tirar. Perdí toda esperanza.
Entonces la enfermera corpulenta que había escuchado la conversación tensa con la doctora, me preguntó la edad de mi madre.

Tacha: - 64. -Le dije,- ¿por que?
Enfermera: -Porque debido al riesgo que los efectos secundarios de la vacuna pueden causar a personas mayores de 60 años, ella queda exenta de dicha vacuna.
T. -¿Ah, si?
E. - Sí, le podemos hacer un certificado firmado por la doctora, como que queda exenta y la compañia aérea la dejará volar.

Le preguntamos a la doctora y, en efecto, había solución para mi madre. Era una buena noticia, pero ¿y yo?  Entonces, mientras mi madre estaba con la doctora realizando el trámite, me acerqué a esa señora corpulenta que parecía saber más de lo que decía y le pregunté en un susurro si no había "alguna" manera de arreglar aquello. Y, me miró a los ojos y con ellos me indicó que mirara al bolsillo de su bata de enfermera, donde tenía la mano metida. Miré y sacó levemente su mano para que pudiera ver la cartilla que allí escondía. El corazón me dió un vuelco. La miré a los ojos de nuevo y asustada le pregunté si aquello serviría. Asintió con la cabeza, pero su actitud denotaba duda. Quizá no estaba acostumbrada a realizar asuntos de ese tipo, pero ¿quién era yo para juzgar, sino una mujer deseperada? Me llevó aparte y me enseño la cartilla bien. La observé con detalle, era amarilla y me pareció algo vieja y descolorida. Me dijo que ése era el modelo antiguo de cartillas, que las de este año eran azules, pero que de todos modos me serviría. ¿Seguro que servirá?, le volví a insistir, y ella me dijo que si yo tenía dudas que no lo hacíamos, que era un riesgo para ella también.

De repente me imaginé en el mostrador de facturación entregando al azafato una cartilla de vacunación vieja y descolorida emitida en Perú antes del 2012. Y me imaginé al azafato mirando mi pasaporte y comprobando que no había ningún sello que demostrase que yo había estado en Perú antes del 2012. Con lo cual, era imposible que yo me hubiera vacunado en Perú, con lo cual ese cartilla era fraudulenta, con lo cual, me imaginé al azafato llamando a la policía para que me detuvieran por la utilización de documentos públicos falsos. Y me imaginé en la cárcel de Perú. Y tragué nudos.

Miré a la señora de nuevo y le pregunté, ¿cuánto? y se encogió de hombros. Saqué mi cartera y le enseñe un billete de 50€. Ella asintió. Se lo dí y ella se levantó y se fue al baño. Regresó en unos minutos con la cartilla en la mano, había escrito cosas en ella; la vacuna de la fiebre amarilla y mi nombre. Le estampó varios sellos y me pidió el pasaporte. Se lo dí, metió la cartilla dentro y me lo devolvió. No nos miramos, no nos dimos las gracias, no nos sonreimos. Me di media vuelta y busqué a mi madre. Ya había terminado y tenía su certificado de exención. La cogí de la mano y le dije;

Tacha: -Vámonos, mami, ¡rápido!

Corrimos de nuevo empujando el carro de las maletas hasta el mostrador de facturación y le entregamos los documentos al azafato. Los tomó y los comprobó. Los de mi madre estaban bien y el azafato le dio su tarjeta de embarque. ¡Bien! Pero, mis documentos no estaban tan bien, resultó que en mi cartilla aparecía que me había vacunado el 22 de diciembre de 2012, no de 2011. El azafato me miró con ternura y me dijo que no podía aceptar esa cartilla con esa fecha. Le dije que era un error tipográfico, que no era culpa mía. Me dijo que lo entendía, pero que él no lo podía aceptar así. Cogí la cartilla y corrí de nuevo al centro de salud. Miré antes de entrar, no había nadie más que la enfermera. Entré y le dije que se había equivocado con la fecha. Lo miró y se lamentó, me dijo que los nervios la habían traicionado. Sacó una goma de borrar bolñigrafo borró el último 2 del 2012 y puso un 1. Por supuesto, quedó fatal y el remache se notaba a la legua, pero me dijo que no tenía más cartillas para hacerme una nueva. Cogí la cartilla y salí corriendo hacia el mostrador. Se la entregué jadeando al azafato. Ya era la hora del cierre del vuelo. La cogió y la miró, la miró y la remiró y se sonrió y se fue a buscar a la supervisora y se la enseño a ella. Me tembló todo el cuerpo. Regresó y me dijo que no podía aceptar aquella cartilla con aquella fecha de números dudosos. Me recomendó que me hicieran una nueva y entonces todo estaría bien. Corrí de nuevo al centro de salud y, esta vez, había gente dentro y también estaba la doctora en su despacho. Entré despacio y la enfermera me miró por encima de la gente. Me acerqué y le susurré que necesitaba una cartilla nueva, bien hecha y con la fecha correcta y que, entonces, me embarcarían en el vuelo. Dejó a la gente que estaba atendiendo y se fue al baño de nuevo. Yo respiré intentado tranquilizarme y recuperar el aliento y, de repente, apareció la doctora y al ver que había gente sin atender se puso a buscar a la enfermera. A mí estaba a punto de darme un infarto, cuando oí que la enfermera de decía a la doctora desde el baño que en un instante salía para atender a la gente. La doctora asintió y volvió a su despacho. Y al momento salió la enfermera con la cartilla nueva, le puso los sellos, me pidió el pasaporte, la metió dentro y me lo dio. Nos miramos y me fui corriendo.
Ya sin aliento y sudando por todos lados, llegué a facturación donde me esperaba mi madre y el azafato. Le di la cartilla y, por fin, la aceptó. Me entregó la ansiada tarjeta de embarque y nos dijo que fueramos urgentemente a la puerta de embarque. Corrimos y corrimos, y pasamos corriendo los filtros, y llegamos corriendo a la puerta de embarque. No había nadie, éramos las últimas, pero pudimos entrar.

Hasta que el avión no despegó de Lima, aterrizó en Costa Rica y yo pasé el control de inmigración, no pude relajar músculo alguno de mi cuerpo. Y, hasta que no recogimos las maletas, salimos del aeropuerto y nos subimos a un taxi, no me atreví a sonreir. Habían pasado tantas cosas aquel día, que todo era posible. Ahora bien, una vez estuve sentada en el taxi y veía como éste se iba alejando cada vez más del aeropuerto de Costa Rica, respiré profundo, sonreí, miré a mi madre y nos dimos un abrazo que jamás olvidaré.

Un beso muuuy grandeeee.


Pd: Eternamente agradecida a esa enfermera que nos salvó las vacaciones.

martes, 12 de junio de 2012

Odisea: de Perú a Costa Rica (Primera parte)

Después de pasar doce intensos días en Perú, recorriendo el país de punta a punta, la idea era terminar el mes de vacaciones de mi madre relajándonos en las playas de Costa Rica. Mi madre tenía ya emitido su billete de regreso a España desde Costa Rica, pero ninguna de las dos teníamos la conexión desde Peru al país centroamericano. Así que, buscamos y buscamos billetes y todos estaban carísimos (1000€!!!), pero no nos quedó otra que pagar dicha cantidad, no teníamos elección. Así que, con todo el dolor de mi corazón (y bolsillo) compramos los billetes desde Cuzco, donde estábamos, hasta Lima y Lima-Costa Rica.
Hoy llegamos al aeropuerto de Cuzco y, al llegar a facturación, la azafata nos pide junto con el pasaporte el Carnet de vacunas.
Tacha: - ¿Carnet de vacunas?
Azafata: - Sí, Señora, el carnet de vacunas de la fiebre amarilla. ¿no lo tiene?

A mí me empezaron a temblar las patas. En todo este viaje y todos los que he realizado por Asia, jamás me
habian pedido el Carnet de vacunas, aún habiéndolo tenido encima. Y, ahora, con toda la experiencia y viajando por paises con riesgo mínimo de enfermedades, por supuesto que ni me habia vacunado, ni llevaba carné alguno conmigo.

T. - ¿Qué Carné de vacunas de la fiebre amarilla? ¿nunca me han pedido algo así?
A. - Sí, señora, es un requisito obligatorio para poder entrar a Costa Rica. Normas se sanidad del país.
T. - ¿Obligatorio? En España no me han dicho nada al respecto.
A. - A los pasajeros procedentes de España no se les exige, pero si éstos han pasado antes por Perú, como es su caso, entonces sí es obligatorio presentar dicha cartilla y, además, tiene que haberse vacunado con al menos 10 días de antelación de la salida del vuelo.

Ostia la madre que la
parió...me empezó a recorrer un sudor frío la espalda....

T. - Pero señorita, en la agencia de viajes donde nos sacamos los billetes no nos dijeron nada de esto y, si no nos embarca, perderemos los billetes.
A. - Es responsabilidad del pasajero o, en este caso, de la agencia no haberles avisado.

Lo sabía, ¡lo sabía!!! Aquella agencia donde nos sacamos los billetes, me dio mala espina desde el principio, y la hija de puta de la tía que nos atendió, quería era vender a costa de cualquier
cosa. Hija de su madre!!!!

T. - Pero, señorita, mi madre tiene el regreso desde Costa Rica a España ya comprado y, con lo que nos está diciendo, lo perderá.
A. - Señora, son normas del país al que viaja y son muy estrictos con eso. Nosotros tenemos que asegurarnos de que los pasajeros cumplan esos requisitos.
T. - Pero, señorita, nuestros billetes no admiten cambio de fecha, si no nos embarca hoy, los perderemos. Por favor... (puse ojos de perrito hambriento)
A. - Si les embarco y Costa Rica les detiene, no podrán entrar en el país y les deportaran de nuevo a Lima y, además, nos penalizarán por haberlo permitido, no es la primera vez.
T. - bueno, si nos deportan, yo asumo ese riesgo, pero embárquenos, por favor.
A. - No puedo hacer eso, señora, porque la compañía corre riesgo de sanción.

La cosa se estaba poniendo fea y mi mejor recurso; la carita con ojillos de cordero degollado, no había funcionado con aquella bruja. Plan B: comprobar lo que la azafata alegaba. Llamé a España, a la agencia de viajes donde mi madre se había sacado sus billetes y hablé con ellos. Efectivamente, no era obligatoria dicha vacuna, era aconsejable, pero no obligatorio. Colgué.

T. -Mire señorita, acabo de hablar con España y me han dicho que dicha vacuna es recomendable, pero no obligatoria.

A. - Señora, venga por aquí, acérquese,- y me señaló la pantalla de su ordenador, - Lea esto.

Di la vuelta al mostrador de facturación , miré la pantalla y leí las condiciones que el Ministerio de Salud de Costa Rica exigía a las personas que visitan el país. Leí atentamente la
lista de países a los que exigían dicha vacuna y, claro, España no aparecía, pero sí Perú como
único país sudamericano de la lista (maldita mala suerte) junto con todos los países del continente africano, ¡obvio! Y aunque, fuéramos españolas, viajábamos desde Perú. Estábamos jodidas.

T. - Y...señorita, ¿no hay aquí en el aeropuerto una oficina de sanidad para estos casos?
A. - En este aeropuerto no, pero
en Lima sí...
T. - ¿Y no podremos ponernos la vacuna al
llegar a Lima y volver a facturar para tomar el otro avión?
A. - Aunque lo hicieran, no les serviría porque también es requisito que dicha vacuna haya sido puesta con 10 días de antelación. -Y se puso a mirar la pantalla de su ordenador, - y, además no les daría tiempo, entre la llegada y la salida sólo tienen una hora y media.

Plan C: Contra viento y marea. O lo intentamos o, nos quedamos en Cuzco , perdemos los billetes y el dinero y, voy a la agencia a matar a la chica que nos los vendió.
T. - Bueno, señorita, factúrenos hasta Lima y allí ya veremos cómo hacemos.

Y entonces, mientras la azafata nos facturaba, llega la policía del
aeropuerto y nos exige enseñarles las maletas. ¡Lo que nos
faltaba! Les abrimos las maletas y lo sacaron absolutamente todo, revisaron todo al detalle como si transportáramos drogas. Por un momento tuve miedo de que "alguien" nos hubieran colocado "algo" en el equipaje mientras discutíamos
con la azafata. Por suerte, no fue así. Cuando terminaron, rehicimos
las maletas a toda prisa y facturamos rumbo a Lima. Corrimos a la puerta de embarque, ya habían anunciado la "ultima llamada" de nuestro vuelo. Al llegar a La
zona de control de equipajes de mano, nos pararon otra vez: yo llevaba mi set de herramientas para trabajar el cuero, conmigo y con toda la locura, me despisté de facturarlo, así que me lo requisaron: punzones, tijeras, cuchillos para cortar cuero, etc. ¡mierrrrrrrrrrda!
Y, finalmente, embarcamos rumbo Lima y despegamos. El vuelo duraba una hora, teníamos ese tiempo para establecer un plan D.

viernes, 8 de junio de 2012

Dia del Orgullo Gay en Cuzco???

¿Cuál no habrá sido mi sorpresa cuando llego a La Plaza Mayor de Cuzco y la veo repleta de banderas del arco iris (véase foto), miles de personas de celebración, música, espectáculos callejeros, bailarines y grandes carrozas... Pero, un momento, ¿no es un poco pronto para celebrar el día mundial del orgullo que toca el 29 de junio? Pues sí, lo era. Y no serían los cuzqueños quienes se adelantaran a celebrar dicha fecha. De hecho, dudo de que sepan que tal día existe. Sin embargo, el panorama y el ambiente eran tales que cualquier forastero podría confundirse perfectamente. Sí, había banderas, y sí, eran del arco iris, pero resulta que la bandera representativa de Cuzco es igualita a la gay. ¡Vaya! Y sí, había carrozas, pero sobre ellas no bailaban un montón de hombres vestidos en cuero al son de "Y M C A...", es más, a los protagonistas de estas fiestas no les hacia falta bailar para provocar la euforia de los de a pie, en realidad, ni podían bailar, pues dichos protagonistas eran Vírgenes, Santos y demás iconos religiosos. Y sí, había multitud de gente en las calles, pero no celebrando orgullosos la libertad de elección sexual, celebraban, sí, y muy orgullosos el "Corpus Cristi" y, señores, de qué manera. Yo me lo he pasado mejor aquí que en
cualquier fiesta del orgullo gay a la que haya asistido. Qué manera de bailar, reír, comer y beber. Allí había de todo para todos. Yo no dejaba de sorprenderme, allá donde miraba, había algo que me
llamaba la atención; ya podían ser las mismas procesiones con sus fieles devotos, sus orquestas y sus bailarines folclóricos, como las señoras que semi-acampaban en la plaza con un montón de bolsas y cacharros que traían de sus casas de los que te podían sacar, tanto deliciosas galletas artesanales, gelatinas, flanes, frutos secos, fruta, jugos, helados, etc, como platos más elaborados; pollo con papas y verduras, sopas, manitas de cerdo, cuyis asados, y un sinfín de platos tipicos de aquí de los que ni me
sé los nombres. Aquello era un auténtico festín para todos los
sentidos y para todos los gustos. Y lo
mejor es que esta fiesta orgullosa no dura solo un día, dura todo el mes de junio, así que, ¡mañana más!

Besos

Foto1: Plaza Mayor de Cuzco
Foto2: Multitudes en la plaza.
Foto3: Juegos callejeros, para grandes y pequeños. Vale, lo reconozco, intenté tirar las latas y fallé...jejej!! El fútbol no es lo mío.
Foto4: Cuzqueña cocinando en medio de la calle.

martes, 5 de junio de 2012

Mal de altura

Aquí estamos mi madre y yo, de nuevo en un bus, esta vez a punto de llegar al Lago Titicaca. Cuando decidimos venir aquí, las dos pensábamos que sería bonito navegar por el lago más alto del mundo y dormir en una de esas casa hechas de juncos, pero se nos olvidó un pequeño detalle; las consecuencias que acarrea subir al lago "más alto" del mundo. El mal de altura o Soroche, como le dicen aquí, nos está pegando tanto que estamos arrepintiéndonos de haber venido. El dolor de cabeza es tan fuerte que sientes los latidos de tu corazón en ella como si tuvieras agujas clavándose en el cerebro. Estoy escribiendo para distraerme porque ni concentrarme en la respiración, ni los caramelos de hoja de coca, ni los mates de hoja de coca han funcionado. Ya estamos llegando y la altitud final es de 3830m, qué ganas de bajar del bus y tomarme un pastillazo; una aspirina, un antiinflamatorio o lo que sea, pero ¡ya!. Mi madre que está a mi lado, tiene cara de muerta; pálida, sudorosa y respirando como puede. Al verla así, me siento culpable de haberla traído aquí...¡quién nos lo iba a decir!
En fin, no todo es fiesta. Viajar a veces supone también aclimatarse a condiciones poco habituales para uno y dicho proceso lleva tiempo y no siempre es agradable. Paciencia, pues.


Foto: paisaje de camino al lago Titicaca.

sábado, 2 de junio de 2012

Perú: con Invitada de Honor.

Algunos ya saben con quién me reuní en Lima hace cuatro días, pero la mayoría no, así que, ahí va el chisme: ¿quién hizo de tripas corazón, se sacudió los miedos y estereotipos sobre latinoamérica y voló más de 15 horas para reunirse aquí, en Perú, conmigo???

¡¡¡ La MAMMA MIA !!!!!

Síííí..... y aún lo estoy asimilando; me cuesta creer que mi madre, aquella que sólo considera vacaciones estar en la playa disfrutando del sol y del mar, haya venido a Perú a reunirse conmigo y, palabras textuales: "sin trastocar tus planes y a seguir tus pasos. Me adapto a ti, Tacha". "Pobre...no sabe lo que dice, qué linda!", pensé. Ella no sabía que seguirme significaba: dormir en literas viejas de dormitorios comunitarios, comer menús en bares de camioneros, caminar mucho cargando la mochila, horas y a veces noches enteras en buses, pateadas de horas para descubrir bellezas naturales, duchas de agua fría (u oler a tigre, a gusto de cada uno) y un largo etc. de incomodidades propias del mochilero. En definitiva; viajar con tacha no es precisamente ir de vacaciones y hacer un poco de turismo, es VIAJAR; con lo bueno y lo no tan bueno q eso supone. Y ¿qué pasó? Que a la vieja le dieron igual mis advertencias y se vino. Y, a mí, me enterneció tanto que, decidí subir, durante el mes que vamos a estar juntas, el caché del viaje para que disfrutáramos las dos de algunas comodidades extras, tales como: dormir en habitaciones para nosotras dos solas, donde pueda tirarse los pedos tranquila, mi niña, ¡qué menos que hacer eso por una madre!
Así que, aquí estamos, recorriendo Perú en bus por la carretera Panamericana, parando en pueblitos chiquitos y visitando lo mucho que tiene este país por enseñar. Ayer, por ejemplo, llegamos a Nazca, un pueblillo en medio del desierto, que se ha hecho mundialmente famoso por las enigmáticas lineas o, mejor dicho, los geoglifos, que un científico descubrió sobrevolando con su avioneta el
desierto. No se sabe quién, ni por qué, ni cómo se hicieron las lineas; si fueron civilizaciones antiguas, extraterrestres o algún pirado, pero es esa incógnita lo que atrae a miles de turistas a este lugar, entre ellos, cómo no, nosotras. Así que, cuando llegamos, nos dejamos acosar por los vendedores a comisión y compramos los tickets para ver las lineas. Nos subimos a una camioneta que nos llevó a las afueras del pueblo, al desierto, donde habían construido una pista improvisada de aterrizaje con la que hacían el negocio del siglo. Con esa pista satisfacían las ansias de curiosidad de los turistas. Y allí estábamos nosotras, sedientas de aventura, dispuestas a cualquier cosa. Así que, nos subimos a una pequeña avioneta para cuatro personas que, según mi madre, era; "un cacharro viejo, tacha" y con ella íbamos a sobrevolar las famosas lineas. Yo me subí súper excitada y mi madre súper desconfiada. Y razones tenia para desconfiar; primero el aspecto arcaico de la avioneta y, segundo, el piloto, que era un alumno en practicas, aunque al lado iba el instructor enseñándole todo. Pero bueno, así, con todo, despegamos y, una vez arriba, la vista era espectacular, igual que el ruido del motor: espectacularmente ensordecedor. Pero eso no fue nada comparado con cómo pilotaba el novato el aparato. Cuando llegamos al primer geoglifo, para que pudiéramos verlo desde la ventanilla, el piloto casi le da la vuelta al avión; ¡giró tanto que las alas estaban casi en vertical respecto del suelo!! A mí se me dio vuelta el estomago con la maniobra. Cuando llegamos al siguiente, lo mismo; otro giro brusco. ¡Buah! yo empece a sentirme mal, a marearme y, como los giros no cesaban, porque había que ver como unos 20 geoglifos, cuando llegamos al décimo, yo ya estaba pálida, empapada en sudor frío, con la tensión por los suelos y vomitando. Mi madre me miraba meada de la risa y me preguntaba si estaba bien. Supongo que eso era lo que decían sus labios, porque con el ruido del motor, no se escuchaba nada de nada. Y ¿qué responderle?. Ajo y agua. No había otra. Ella continuó sacando fotos y yo aguantando como podía los giros de las últimas figuras. Qué pesadilla. Jajajaj...ahora lo escribo y me río, pero ayer, ayer me quería morir; sentirme así de mal en un habitáculo tan pequeño, donde no puedes moverte en absoluto, con un cinturón de seguridad que te sostiene de los hombros hasta las piernas y con el calor que hacia ahí dentro sin poder abrir una ventana, obviamente...uf, una mierda, la verdad.
Pero bueno, ya pasó y, por lo menos a mi madre le gustó el viajecito en avioneta. Así que, una vez en tierra, todos contentos. Luego, para celebrar que sobrevivimos, nos tomamos unos deliciosos Pisco Sour, que es a Peru, lo que la margarita a Méjico.
Y con los efectos pertinentes de dicha bebida, nos subimos a un bus nocturno a dormir la mona hasta el día siguiente o, lo q es lo mismo; 10 horas más tarde, que despertamos en nuestro siguiente destino: Arequipa, desde donde estoy escribiendo este relato, relajada en la preciosa azotea de una antigua casa colonial restaurada en hostel. Mientras tanto, la mamma duerme una placentera siesta. Se ve que le falta practica durmiendo en buses. ;-)

Besosss